5º Concierto del Ciclo Gran Sinfónico de la Temporada nº 31 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Anastasiya Petryshak, violín. Giuseppe Finzi, director. Programa: Fantasía sonora nº 3, de Rafael Cañete Celestino; Tzigane, de Ravel; Introduction et rondo capriccioso, de Saint-Saëns; Fontane e Pini di Roma, de Respighi. Teatro de la Maestranza, jueves 20 de enero de 2022
El quinto programa del ciclo Gran Sinfónico de la ROSS cuenta con el patrocinio del Instituto Italiano de Cultura. En él se combina el estreno absoluto de una obra del compositor cordobés afincado en Sevilla Rafael Cañete, mirándose en el espejo de la monumental obra que Respighi dedicó a las maravillas de Roma, todo ello enlazado por el virtuosismo al violín de la ucraniana formada y residente en Italia Anastasiya Petryshak. Un viaje desde el sur de Europa, y cuna de la primera civilización de occidente que se conoce, a la antigua Roma, pasando por Francia, patria de los dos compositores elegidos por Petryshak, aunque en ambos casos la estética queda lejos del país vecino y se acerca más a Hungría en el caso de Ravel y a la Rusia imperial de Chaikovski en el de Saint-Saëns.
Cañete numera sus obras cuando no son de encargo y el tema queda a su libre disposición. Su Fantasía nº 1 sobre un poema de Bukowski, fue estrenada en febrero de 2013 por un conjunto integrado por músicos de la Sinfónica, mientras la nº 2 sobre los Caprichos de Goya la estrenaron músicos de la Orquesta del Aljarafe. Nos encontramos ante su primera obra que interpreta la ROSS al completo. La atención en este caso está puesta en Tartessos, y cómo su fusión con los fenicios que vivían en el sur de la península dio lugar a la primera gran civilización europea y por extensión del mundo. De carácter episódico, como una suite continua que oscila entre temas plácidos y expectantes y otros más virulentos, muy en la línea de un autor que busca en la rabia su forma de manifestar rebeldía y descontento, la música fluye siguiendo un desarrollo claro y fácil al oído. Apreciamos sin embargo que Finzi y la orquesta podrían haber sacado más provecho del material, exhibiendo cierta inseguridad en algunos pasajes y un sonido impropio de un conjunto tan curtido como el nuestro.
Una violinista muy académica
Mal lo debe estar pasando la violinista Anastasiya Petryshak en un momento tan delicado para la estabilidad de su país, siempre bajo el acecho de Putin. En estas circunstancias y envuelta en un elegante dorado se atrevió con dos páginas que sobresalen en el catálogo más por sus exigencias técnicas que las expresivas. Sorteó a la perfección las innumerables trampas que propone Ravel en esta pieza de estética zíngara, como su propio título indica. Armónicos rápidos y diabólicos pizzicati corrieron entre sus dedos con cierta falta de temperamento, más atenta a la complejidad de la página que al fuego que la informa. No obstante supo combinar la sensualidad y la agresividad casi rechinante de su larga introducción. Igualmente gimnástica se prestó a una Introducción y rondó caprichoso de Saint-Saëns construido con más disciplina que auténtico fulgor. Finzi acompañó con discreción y eficacia pero sin desaprovechar las posibilidades de lucimiento que ofrece esta segunda página tan deudora del estilo de Chaikovski. Con mayor dosis de melancolía y un marcado carácter reflexivo la joven violinista ofreció como propina la Sarabanda de la Partita nº 2 de Bach.
A falta de las Fiestas, las Fuentes y Pinos de Roma se dieron cita de nuevo en los atriles de la sinfónica, exhibiendo el carácter eminentemente espectacular y agradecido de estas páginas del primer cuarto del siglo pasado. Finzi aquí sacó más provecho de la orquesta, con una traducción delicada y atenta al detalle de las Fuentes, extrayendo de la Fuente de la Villa Giulia su carácter pastoral, más exuberancia en la de Tritón, solemnidad en la de Trevi, y una ondulante atmósfera crepuscular en la de la Villa de Médicis. Tras la alegre fanfarria inicial de los Pinos de Roma (Villa Borghese) defendida con amplio sentido del espectáculo, las catacumbas sonaron misteriosas y solemnes y los del Janículo cristalinos y sugerentes, hasta llegar a la Via Appia con gran efectismo y acierto, al colocar una pareja de trompetas a la derecha del proscenio y otra de trombones a la izquierda, creando un efecto envolvente que añadió más pompa a la marcha triunfal que cierra el ciclo.
Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucia
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