Espacio Turina, viernes 12 de enero de 2024
Poco después de reinar en Madrid como artistas residentes del Círculo de Bellas Artes y casi un año después de impresionar con su concierto en el Palacio Real, los hermanos Schmidt y Andreas Willwohl recalaron por primera vez en nuestra ciudad, abriendo la apabullante programación del Espacio Turina de este año recién estrenado, dejando claro su dominio y magisterio en el difícil ejercicio de la música de cámara y muy en particular de los cuartetos de cámara, buque insignia del género. Haciendo gala de una compenetración extrema, la que hace que la música suene como un todo compacto y a la vez seamos capaces de apreciar cada sonoridad y cada instrumento con una claridad y una transparencia inauditas, los cuatro intérpretes se entregaron en cuerpo y alma con un programa en el que los ecos de Beethoven se hicieron palpables en cada una de las tres obras convocadas, la primera por autoría estricta, la segunda por alusiones directas en su intrincada trama, y la tercera por la admiración profesada por un jovencísimo Mendelssohn que no disimula en hacer referencias continuas a los cuartetos del autor de la Novena Sinfonía.
En el Cuarteto nº 1, Sonata a Kreutzer, Janacek describe un drama de tintes operísticos en el que los celos dan paso al crimen, a partir de Tolstoi y el mismísimo Beethoven, cuyos ecos se hacen también evidentes en su trágica escritura, salpicada de continuas disonancias y acordes estridentes que dan al conjunto un carácter histérico del que el cuarteto se hizo perfectamente eco a través de una contundente interpretación en la que primaron un fraseo preciso, un diálogo fluido y una compenetración extraordinaria. En el primer movimiento destacaron las aportaciones compasivas y apesadumbradas de la viola, mientras el violín protagonizó en el segundo unos pasajes llenos de tensión. En el tercero destacó la inquietud y el desasosiego que da paso ya en el cuarto a un universo netamente beethoveniano que los intérpretes atacaron con vehemencia desgarradora. Todo lo que aquí fue trágico y descomunal, se tornó encanto y felicidad en el tercero de los cuartetos del siempre joven Mendelssohn, a partir de la herencia de su admirado Beethoven, y que el Mandelring atacó con precisión pero haciendo siempre más hincapié en su fuerza y músculo que en su evidente delicadeza, aspecto quizás más descuidado en su particular estética musical. Hubo mucho contraste y evidente nobleza, pasajes fugados intensos y una gramática más refulgente que moderada o apacible, pero en general primó la teatralidad y el apasionamiento por encima de esa ligereza generalmente asociada al autor, lo que no restó excelencia a la fastuosa gramática del veterano conjunto alemán.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
Poco después de reinar en Madrid como artistas residentes del Círculo de Bellas Artes y casi un año después de impresionar con su concierto en el Palacio Real, los hermanos Schmidt y Andreas Willwohl recalaron por primera vez en nuestra ciudad, abriendo la apabullante programación del Espacio Turina de este año recién estrenado, dejando claro su dominio y magisterio en el difícil ejercicio de la música de cámara y muy en particular de los cuartetos de cámara, buque insignia del género. Haciendo gala de una compenetración extrema, la que hace que la música suene como un todo compacto y a la vez seamos capaces de apreciar cada sonoridad y cada instrumento con una claridad y una transparencia inauditas, los cuatro intérpretes se entregaron en cuerpo y alma con un programa en el que los ecos de Beethoven se hicieron palpables en cada una de las tres obras convocadas, la primera por autoría estricta, la segunda por alusiones directas en su intrincada trama, y la tercera por la admiración profesada por un jovencísimo Mendelssohn que no disimula en hacer referencias continuas a los cuartetos del autor de la Novena Sinfonía.
El quinto de los seis cuartetos de orden desordenado (consta como el sexto) que Beethoven dedicó al príncipe Lobkovitz, sonó descomunal en las manos expertas de los Schmidt y Willwohl. Sus tres primeros movimientos, un tanto convencionales pero magistralmente construidos en un estilo que aún mira al pasado, se tradujeron en formas delicadas y preciosistas, atención precisa a los elocuentes silencios y carácter evocador, con el primer violín imprimiendo de espíritu indolente al adagio, y el segundo ejerciendo de perfecto contracanto, mientras viola y violonchelo aportaron gravedad al conjunto. Muy vivaces y dinámicos en el scherzo, los cuatro se entregaron a un movimiento final Melancolía de grandes contrates, desde el carácter eminentemente enigmático de Sebastian Schmidt, que aunque destiló puntualmente algunos desajustes logró una interpretación global sobresaliente y se vio complementado con la angustia y el acento dramático de Bernard Schmidt al violonchelo. El continuo contraste entre dolor y exaltado júbilo se tornó magia de exultante belleza.
En el Cuarteto nº 1, Sonata a Kreutzer, Janacek describe un drama de tintes operísticos en el que los celos dan paso al crimen, a partir de Tolstoi y el mismísimo Beethoven, cuyos ecos se hacen también evidentes en su trágica escritura, salpicada de continuas disonancias y acordes estridentes que dan al conjunto un carácter histérico del que el cuarteto se hizo perfectamente eco a través de una contundente interpretación en la que primaron un fraseo preciso, un diálogo fluido y una compenetración extraordinaria. En el primer movimiento destacaron las aportaciones compasivas y apesadumbradas de la viola, mientras el violín protagonizó en el segundo unos pasajes llenos de tensión. En el tercero destacó la inquietud y el desasosiego que da paso ya en el cuarto a un universo netamente beethoveniano que los intérpretes atacaron con vehemencia desgarradora. Todo lo que aquí fue trágico y descomunal, se tornó encanto y felicidad en el tercero de los cuartetos del siempre joven Mendelssohn, a partir de la herencia de su admirado Beethoven, y que el Mandelring atacó con precisión pero haciendo siempre más hincapié en su fuerza y músculo que en su evidente delicadeza, aspecto quizás más descuidado en su particular estética musical. Hubo mucho contraste y evidente nobleza, pasajes fugados intensos y una gramática más refulgente que moderada o apacible, pero en general primó la teatralidad y el apasionamiento por encima de esa ligereza generalmente asociada al autor, lo que no restó excelencia a la fastuosa gramática del veterano conjunto alemán.
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