sábado, 17 de mayo de 2025

MODERNISMO Y UNA ATREVIDA CONJUNTA

Concierto nº 8 de la temporada XIV de la Orquesta Sinfónica Conjunta de la Universidad de Sevilla y el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo. Antonio David Moreno, viola. Andrea Ramírez, soprano. Nerea Barraondo, mezzosoprano. Juan García Rodríguez, director. Programa: Concierto para viola, de Bartók (versión de Michael Thomas); Socrate, de Satie. Auditorio de la ETS de Arquitectura, viernes 16 de mayo de 2025


La capacidad de sorprender de Juan García al frente de la Conjunta no tiene límites, y así lo demuestra otro de sus muy atractivos programas, con piezas que difícilmente tendríamos oportunidad de escuchar aquí si no fuera por su inagotable imaginación y creatividad. Desde hace ya catorce años, García cuenta con un proyecto fértil e ilusionante con el que dar rienda suelta a sus inquietudes puramente sinfónicas, compaginándolo con una fructífera e impagable labor al frente de Zahir Ensemble y ese favor que le hace a la ciudad de enfrentarse a la música de nuestro tiempo y no anquilosarse en la de otras épocas y otros repertorios tan trillados de los que tanto tiran otras instituciones más arraigadas y apoyadas de la urbe.

No es el salón de actos de Arquitectura el que mejor se acomoda a las intenciones y prestaciones de esta orquesta de jóvenes en prácticas. Echamos de menos el cada vez menos utilizado Auditorio de Ingenieros que con el tiempo se convirtió en sede principal de la mutante formación. El calor reinante y una acústica demasiado seca no favorecen el disfrute de la música, pero el esfuerzo merece cuando en los atriles se posan partituras tan insólitas como las que anoche acompañó este octavo encuentro de la temporada con tan estimulante orquesta.


El joven Antonio David Moreno demostró su aplicado conocimiento de todos los resortes de la viola enfrentándose a una obra tan complicada como el Concierto (inacabado) para viola de Bela Bartók. Una obra que apenas dejó esbozada antes de morir, pero que con las indicaciones que tuvo tiempo de dar a su amigo Tibor Serly, éste fue capaz de orquestarla a requerimiento de los herederos del compositor. Como obra inacabada que es, muchas han sido las sensibilidades que se han atrevido a completarla, la última podríamos decir que es la de Michael Thomas, siempre tan activo y entusiasta, que con tanto esfuerzo tira de formaciones de nuestra comunidad como la Bética de Cámara o la Orquesta de Almería.

Podríamos aseverar que Thomas ha logrado recrear el espíritu enrarecido, intrigante y misterioso que tanto se acomoda a la estética de Bartók, y que en manos de Serly quedó bastante difuminado. Su versión mantiene la actitud rapsódica del solista y la complejidad de su gramática, a la vez que potencia el trabajo de la orquesta y una exuberante combinación tímbrica, especialmente visible en el trabajo de los metales. De todo esto se hizo eco la batuta siempre inquieta y enérgica de García, si bien percibimos en la plantilla cierto desequilibrio y algún que otro molesto desencuentro entre secciones, que destiñó el buen resultado que esperábamos anotar de tan rutilante interpretación.

El trabajo de Moreno fue sin embargo impecable, atento y esmerado, sin estridencias, con un sonido diáfano y homogéneo sometido con acierto y flexibilidad a sus continuos cambios de color y registro, coronando una más que aceptable versión de la pieza, al margen de esas puntuales irregularidades, que bien podrían por otro lado deberse a la literatura inquietante y enrarecida de Thomas al respecto, tan acostumbrados que estamos a la más preciosista y retraida de Serly.

¿Quién mejor que García para ofrecernos una página tan insólita y atrevida como Socrate, y sumergirnos así en las claves más evidentes del modernismo musical? Esta obra concebida para voz y pequeña orquesta a partir de un original para piano y voz, fue encargo de la Princesa de Polignac para acompañar el recitado en voz alta de diversos extractos de los diálogos de Platón referidos a Sócrates, y que Satie pareció aceptar a regañadientes. Siguiendo la traducción de Victor Cousin, y con la feliz y acertada idea de proyectar los textos con elegante caligrafía para que pudiésemos seguir su conceptual trama, la versión definitiva respetó el encargo de que fueran solo voces femeninas las intervinientes, a pesar de que dieran voz a personajes masculinos, pero añadiendo orquesta que proporcionara una base dramática, aunque repetitiva, a la propuesta.

Alcibiades, Sócrates, Fedro y Fedón encontraron en las muy bien entonadas voces solistas la vía de comunicación con un público que asistimos atentos y curiosos a tan insólita propuesta. Los resultados, como suele ocurrir cuando se pone tanto empeño e ilusión en la empresa, fueron sobresalientes, ahora sí con una orquesta harto disciplinada, una cuerda tersa y un perfecto equilibrio entre todas las voces. La ocasión nos permitió además disfrutar de la voz estremecedora, poderosa y muy implicada dramáticamente de la joven mezzo navarra Nerea Barraondo, que cargó con el mayor peso de la función. Junto a ella, las aportaciones de la soprano Andrea Ramírez brillaron lo justo, aportando variedad y elegancia a un conjunto que convenció de principio a fin para disfrute de todos y todas las asistentes.

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