Interesante
paisaje musical
No
deja de ser un enorme placer comentar en estas páginas la impresión que nos
causa un estreno absoluto, al que
nos acercamos con los oídos vírgenes y curiosos, sin el contagio que otras
interpretaciones puedan provocar en nuestra percepción de la música. No
recuerdo que la ROSS haya interpretado antes una pieza de Daahoud Salim, nacido en Sevilla pero de ascendencia
afroamericana. Sí lo hizo la OJA cuando en abril de 2023 interpretó su
concierto para saxofón De paz interna.
Hijo
del veterano y casi diríamos legendario Abdu Salim, que desde su Texas natural decidió
instalarse en nuestra ciudad y agitar su vida jazzística, una disciplina que
siempre ha calado fuerte entre nuestros y nuestras aficionadas, Daahoud
derrocha personalidad y atesora una
impecable formación clásica y jazzística que se hizo especialmente
perceptible en aquel concierto de saxofón referido.
Siete principios herméticos se muestra, sin embargo, más heredera de otra influencia norteamericana, la que
se refleja en esos amplios paisajes y épicas sensibilidades que desde tiempos
de Aaron Copland acompañan buena parte de la producción musical de Estados
Unidos. Pero la pieza de Salim no se fija en amplias praderas ni majestuosas
montañas, sino en otra conquista aún por perfeccionar del ser humano, el
espacio, ese cielo estrellado que
alberga multitud de misterios y secretos y que el compositor parece evocar
desde la especial tímbrica centelleante con la que arranca esta obra en siete
movimientos.
Una
creación majestuosa pero contenida que recrea atmósferas atreviéndose a retar
las corrientes más vanguardistas en
beneficio de la tonalidad y el romanticismo efervescente de sus líneas
discretamente melódicas, sin por ello desdeñar su imponente modernismo al
servicio de una evocación de imágenes muy arraigadas en nuestro acervo
cultural.
La
interpretación meditada y respetuosa de González y los maestros y maestras de
la orquesta obtuvo la aprobación
manifiesta del joven compositor, cuyo momento de gloria saludando al
público se vio entorpecido por la entrada de espectadores y espectadoras
rezagadas, que bien podrían haber esperado al dilatado interludio que precedió
a la siguiente pieza, ajuste del piano incluido.
Falla
y Chaikovski, demasiado contenidos
El
pianista canario Iván Martín fue el reconocido
solista en Noches en los jardines de
España, ese concierto para piano que en realidad no lo es, más una triada de nocturnos bautizados como
impresiones sinfónicas. El del piano aquí no es un papel protagonista sino
uno principal al que acompaña el resto de la orquesta, lo que no resta
importancia al esmero que el solista ponga a la hora de desgranar el sinfín de aromas y emociones que evoca
la magistral partitura de Falla.
Martín
estuvo acertado en la parte técnica,
con un arranque mágico y un sinfín de filigranas impecablemente recreadas. Pero
se enfrentó a una batuta que no puso
toda la atención debida al volumen, empañando en más de una ocasión el
trabajo del pianista, que por otro lado tampoco domina siempre la función. Y
eso que en general la interpretación se
reveló flácida y lánguida en su empeño por ser delicada y rehuir de
superfluos efectismos, incuso en el enérgico y fogoso movimiento final en los jardines de la Sierra de Córdoba.
Pero
a pesar de estos inconvenientes, la
elegancia y la delicadeza que González imprimió a su dirección tuvo su
reflejo en la estética melancólica que acompañó toda la partitura, excepto
lógicamente el triunfal allegro molto
vivace al que sin embargo faltó ironía y algo más de bullicio. La suya fue una Sexta
elegante y contenida más de lo conveniente, en la que atisbamos una especial
recreación y apertura de líneas melódicas en el movimiento inicial, pero menos desgarro del aconsejable en el adagio lamentoso final.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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