México 2012 145 min.
Dirección Dean Wright Guión Michael Love Fotografía Eduardo Martínez Solores
Música James Horner Intérpretes Andy García, Oscar Isaac, Santiago Cabrera, Mauricio Kuri, Catalina Sandino Moreno, Rubén Blades, Eduardo Verástegui,
Bruce Greenwood, Bruce McGill, Néstor Carbonell, Eva Longoria, Peter O’Toole
Estreno en España 5 abril 2013
México produjo el pasado año esta película de marcado carácter épico con el fin de rememorar un episodio sangriento de su Historia, la revuelta que la comunidad cristiana protagonizó en la década de los veinte del pasado siglo frente a la represión ejercida por el gobierno revolucionario de Plutarco Elías Calles, que derivó en enfrentamientos cruentos y en una encubierta guerra civil. Resulta curioso que para ello se haya contado con director y guionista americanos; el primero especializado como técnico de efectos visuales en sagas como la de El señor de los anillos o Las crónicas de Narnia; el segundo familiarizado con el cine mexicano desde su debut con Gaby a las órdenes de Luis Mandoki, y destacado documentalista, algo fundamental para abordar una crónica histórica como ésta. Rodada en inglés, con un equipo artístico mayoritariamente americano, Andy García con aires de Robert Duvall a la cabeza, resulta aún más curioso que en nuestro país se estrene con el título con la que se le ha bautizado en Estados Unidos, así directamente en inglés (ya se sabe que España es un país donde prácticamente el 90% de su población domina el idioma de Shakespeare), despreciando el original Cristiada de su país de origen. Un título que alude precisamente a esa Guerra Cristera como se conoció, que duró entre 1926 y 1929 y provocó alrededor de doscientos cincuenta mil muertos entre uno y otro bandos. Pero la película tiende a la simplificación, apenas dando claves del por qué de esa actitud malvada del Presidente Calles, que se remonta a la Constitución de 1917, que abría la posibilidad de ir quitando privilegios a una Iglesia cuyos artífices y feligreses dominaban la economía del país, cuya legislación de desarrollo seguramente resultó desproporcionada y cruel y provocó graves boicots de los perjudicados contra la economía gubernamental. Lo que vino después, y que constituye el grueso de esta película pequeña lección de Historia, fue una represión mortal y exacerbada de consecuencias inimaginables y que provocan en nosotros la desazón de reflexionar por qué y cómo puede llegar el ser humano a infringir tanto e innecesario dolor al prójimo. De eso y de la defensa a ultranza de la libertad, sea religiosa como en este caso o de cualquier otra índole, trata este film que se decanta por el espectáculo épico, sano y colorista, manchado de momentos tremendos pero revestido siempre de notable sentido del espectáculo, a lo que contribuye su excelente fotografía y la inspirada, omnipresente pero primorosamente mezclada para no estorbar, música de James Horner. Otro cantar es el impoluto trabajo de sastrería, improbable en un país que acababa de salir de una revolución y se adentraba en niveles de pobreza extrema. Se agradece su carácter revelador de cómo la historia se repite, y Estados Unidos siempre aparece como intermediador mientras haya intereses económicos en juego. Buena factura, a pesar del esmerado vestuario, buen ritmo y una estructura dramática adecuada, con puntales interesantes como la figura inspiradora del mártir (episodio que puede resultar ridículo por su escenificación a imagen y semejanza de la Pasión de Cristo) o las conductas de ambos bandos, dominadas no siempre por códigos morales aceptables. Un entretenimiento que hace sufrir pero que se recibe satisfactoriamente como resonancia melancólica de un tipo de cine que apenas se cultiva en la actualidad.
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