Francia-Reino Unido-USA-Brasil 2012 124 min.
Dirección Walter Salles Guión José Rivera, según la novela de Jack Kerouac Fotografía Eric Gautier Música Gustavo Santaolalla Intérpretes Sam Riley, Garret Hedlund, Kristen Stewart, Tom Sturridge, Kirsten Dunst, Viggo Mortensen, Amy Adams, Alice Braga, Elisabeth Moss, Danny Morgan, Steve Buscemi, Terrence Howard
La novela autobiográfica de Jack Kerouac en la que se basa esta película definió toda una generación inmediatamente posterior a la 2ª Guerra Mundial que rompería con una tradición conservadora en la América de una incipiente Guerra Fría. Su prosa compleja y prácticamente inadaptable ha sido sin embargo trasladada a un guión cinematográfico por el dramaturgo y escritor José Rivera, que ya colaboró con Walter Salles en Diarios de motocicleta y también firmó el guión de la edulcorada Cartas a Julieta. El problema es su radical respeto al manuscrito original, lo que unido a una mirada aún más fiel del director de Estación central de Brasil y la versión americana de Dark Water, da como resultado una traslación fría y distante de un texto que debería ser todo lo contrario. En su momento el libro fue toda una revelación y una conmoción para despertar a millones de jóvenes y enfrentarse a la vida de una forma más arriesgada, enérgica, aventurera y vitalista. Vivir al límite, exprimir hasta el último segundo como si fuera el último, está en la esencia de este ideario de la generación Beat, pero no en la mirada academicista, pulcra y hasta puritana de Salles, que como en su film más aclamado propone de nuevo una ruta de viajes, si bien aquí sus personajes no realizan uno sino varios y por toda la geografía norteamericana, como si ese vasto territorio cupiera en la palma de la mano, sin límites. Con seudónimos, Kerouac (Sam Riley, que tras interpretar a Ian Curtis, líder de Joy Division, en Control, corre el peligro de anquilosarse en personajes iconos de la cultura popular) narra la fascinación que en él, siendo aún un candidato a escritor, provocó el espíritu libre y desprejuiciado de Neal Cassady (un Garret Hedlund entregado por completo, desde luego más que sus compañeros y compañeras de reparto, al personaje para irradiar toda la magia y la seducción que requiere, pero que se malogra por un conjunto descafeinado). Una fascinación que debió ser la clave para definir ese nuevo concepto de vida a tope que caracterizó el catecismo de dicha generación en la que también se inscribieron escritores como William S. Burroughs (aquí incorporado por Mortensen) y Allen Ginsberg (interpretado por Tom Sturridge, hijo de Phoebe Nicholls y Charles Sturridge, intérprete y director respectivamente de la mítica serie de televisión Retorno a Brideshead). Los caracteres de Kerouac, Cassady y Grinsberg han protagonizado un buen puñado de películas poco estimables que han pretendido reflejar el espíritu de una generación a la que no fueron ajenos James Dean y Marlon Brando. La última ocasión que tuvimos de ver al trío en pantalla fue Howl, donde a Ginsberg le daba vida James Franco. Tampoco entonces se consiguió ilustrar ese recetario de una vida rompedora y libre. En todo caso figura en los guiones, pero no trasciende a la pantalla, dejando al espectador tan frío como poco estimulado, desinteresado ante una propuesta cuya intención es justamente la contraria. Más parece que estemos asistiendo a una sucesión de gamberradas y salidas de tono de un grupo de jóvenes descerebrados que a las andanzas de unas personalidades rebeldes y decididas a abrir nuevos horizontes, provocando más rechazo que complicidad. Así las cosas la cinta se deja ver, no sin abundantes dosis de aburrimiento, gracias a sus atractivos intérpretes, sus hermosas localizaciones, la estupenda recreación de una época en la que los ecos de la Gran Depresión volvieron a materializarse, y por una cuidada banda sonora en la que suenan clásicos del jazz como Dizzie Gillespie, Slim Gaillard, Ella Fitzgerald o Billie Holiday, aunque algunos de los temas seleccionados sean posteriores a las fechas en que transcurre el film. También la voz de Kerouac suena al final recitando extractos de su propia novela, pero para eso hay que verla en versión original.
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