Teatro de la Maestranza, viernes 12 de abril de 2013

En la página concertante del ruso, Casadesus supo encontrar el equilibrio necesario entre grandeza heroica e intimidad camerística, con líneas claras y concisas a las que contribuyó un ritmo discretamente pausado, sin resultar en ningún momento forzado, algo muy de agradecer por ejemplo en el segundo movimiento, donde se combina nervio y lirismo con asombrosa naturalidad. Luganski, como ya demostró en su concierto en solitario dos días antes, realizó un trabajo contundente de exaltación física y profunda reflexión, mimando el carácter rapsódico de la pieza y recreándose en sus imbricadas cadencias. Para la propina regresó al compositor con quien parece sentirse más a gusto (hace dos temporadas nos ofreció su famoso Concierto nº 2), Rachmaninov, de quien interpretó el Preludio no. 5 del Op.23, en Sol menor (Alla marcia), aunque con más atención a sus ingredientes de fuerza y dinamismo que al apasionado lirismo de su cuerpo central.
Casadesus abordó en un mismo estilo, combinando espectacularidad y lirismo, la famosa Sinfonía con órgano de Camille Saint-Saëns, última de las cinco que compuso y tercera con numeración. Sin embargo encontramos en su interpretación algunos reparos. Faltó mayor incisividad en ese dramatismo de raíz lisztiana que contiene el allegro inicial; el adagio central evidenció una estructura mecánica y artificiosa, si bien Tatiana Postnikova, magistral al órgano, le aportó la dosis necesaria de misticismo. La línea, el color y la raíz española del scherzo quedaron difuminadas en un conjunto sin embargo dinámico y locuaz; y aunque en esa metamorfosis del Dies Irae gregoriano que es el Finale se acertó en tono y textura hasta darle el punto exacto de majestuosidad sin resultar estridente, opinamos que el piano, con María Floristán al frente, estuvo colocado demasiado atrás, escondido, lo que conllevó que apenas se apreciara su trascendente aportación, especialmente esos preciosos arpegios a cuatro manos tan afines al Acuario de El carnaval de los animales, que Saint-Saëns compuso contemporáneamente. Aún así resultó apoteósico gracias a las magníficas prestaciones de la orquesta, incluida una respuesta contundente y excelente por parte de los metales.
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