Teatro de la Maestranza, jueves 4 de abril de 2013
Tras el éxito cosechado el año pasado por el director norteamericano John Axelrod junto a la ROSS y el pianista también estadounidense Tzimon Barto, su sintonía y compenetración con el conjunto sinfónico hispalense quedó corroborado en esta nueva cita ahora con un programa menos atractivo sobre el papel que el ofrecido entonces. Esta vez no atisbamos rasgos muy identificativos del director, pero sí una especial dedicación y magisterio para que un concierto dejara de ser simplemente correcto y acariciara la excelencia.
Para un cambio de última hora, el de la pieza de Giorgio Battistelli Afterthought, de alto contenido percusionista como gran parte de la obra del compositor italiano, que no se ofreció por problemas de carácter técnico, se optó por una obra que sin romper la línea italiana de la noche no supusiese mayor complicación para la orquesta. Se trata de la Obertura de La forza del destino de Verdi, interpretado como propina en el pasado concierto de Año Nuevo con Halffter a la batuta. La respuesta de la orquesta fue enérgica y muy disciplinada, con texturas transparentes y una muy adecuada expresividad trágica. El Romeo y Julieta de Chaikovski es su primera gran obra de madurez, con un fuerte contraste entre la introducción invocando la solemnidad de Fray Lorenzo, principal valedor de los amantes, el tema de la lucha entre Montescos y Capuletos, y el apasionadísimo tema de amor, una de esas inspiradísimas melodías que se quedan en la memoria para siempre. Todos estos contrates y matices recibieron una adecuada atención por parte de Axelrod, potenciando su amplio vuelo lírico, si bien es verdad que en este tipo de repertorios nuestro titular, Pedro Halffter, alcanza cotas de enorme lirismo y romanticismo.
Axelrod volvió al Maestranza con Richard Strauss, pero esta vez no con uno de sus mejores y más populares poemas sinfónicos, Así habló Zaratustra, sino con el primero que compuso, Aus Italien, una obra de juventud no exactamente de aprendizaje, en el que se perciben ya algunas de las características más sobresalientes de su estilo, como esos amplios pasajes melódicos en los metales, el contrapunto decidido y enérgico de la cuerda grave, fascinante en el autor y extraordinario en su interpretación bajo la dirección del maestro americano, y esos intrincados juegos tímbricos en las maderas. Su tercer movimiento, En la playa de Sorrento, alcanzó niveles de lirismo y contención conmovedores, logrando describir con un carácter marcadamente impresionista la generosa naturaleza mediterránea. Los movimientos más vitales de la partitura, En las ruinas de Roma y Calle popular de Nápoles (Funiculi Funicula incluido), fueron atacados también con elegancia y sin estridencias. El público respondió agradecido con un larguísimo y caluroso aplauso.
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