Dirección Shane Black Guión Shane Black y Drew Pearce, según el cómic de Jack Kirby, Stan Lee, Don Heck y Larry Lieber Fotografía John Toll Música Brian Tyler Intérpretes Robert Downey jr., Gwyneth Paltrow, Don Cheadle, Guy Pearce, Rebecca Hall, Ben Kingsley, James Badge Dale, Jon Favreau, Stephanie Szostak, William Sadler Estreno en España 26 abril 2013
Muy mal tienen que estar las cosas en el cine contemporáneo para que haber escrito los guiones de la saga Arma letal se convierta de repente en crédito solvente para saludar al nuevo director de esta franquicia Marvel como un mesías del nuevo cine de entretenimiento. Con sólo una película como director, Kiss Kiss Bang Bang (título homenaje a James Bond), una chulería detectivesca también protagonizada por Robert Downey jr. que deslumbró a unos pocos excéntricos, Shane Black se encarga ahora de sustituir a Jon Favreau, que aquí interpreta al guardaespaldas y amigo del héroe, en la dirección de la tercera y pesadísima entrega del Hombre de Hierro. Los efectos visuales han evolucionado paralelamente al cine mismo para hacernos creer que una bestia descomunal podía sostener a una mujer en la palma de su mano (King Kong), que un trasatlántico podía dar un giro de 180º a consecuencia de una ola gigante (La aventura del Poseidón) o que un hombre podía volar (Superman). Nacieron para hacer creíble lo que era imposible de rodar. Con la revolución de las técnicas audiovisuales y el abuso de la infografía y la tecnología digital, hoy el cine está tan abultado de efectos visuales que ya no buscan imitar la realidad, sino sobrepasarla con tantas creces que nada de lo que se nos plantea en una cinta de fantasía resulta mínimamente creíble, lo que conlleva una considerable pérdida de emoción y excitación. Es lo que le ocurre a todo este montón de chatarra al servicio de un personaje tan canalla que sólo resulta imaginable ya en la piel de Robert Downey jr. Sólo alguna secuencia de puro exhibicionismo estético como el rescate de varios náufragos del Air Force One en pleno aire cabe salvarse de un conjunto en el que cualquier signo de atrevimiento (una explosión en pleno paseo de la fama hollywoodiense, un terrorista tipo Bin Laden manipulado desde el mismo interior de la Casa Blanca – un personaje caricaturesco interpretado por el pobre Ben Kingsley como si lo hubiera sacado de El dictador de Sacha Baron Cohen – o un presidente de los Estados Unidos sometido a torturas y vejaciones varias) se antojan meros artificios mucho más inofensivos de lo que realmente pretenden ser. Sin química entre la elegante Paltrow y el macarra Downey, con una dirección artística tan hortera como sus omnipresentes efectos visuales circenses… una nueva entrega de los Transformers del inefable Michael Bay que, ¡oh, sorpresa!, la crítica ha saludado caprichosamente como el último grito en películas de héroes. Por cierto, ¿alguien sabe qué hace China coproduciendo esta película?
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