Francia-Mauritania 2014 97 min.
Dirección Abderrahmane Sissako Guión Abderrahmane Sissako y Kesen Tall Fotografía Sofiane El Fani Música Amin Bouhafa Intérpretes Ibrahim Ahmed, Toulou Kiki, Abel Jafri, Fatoumata Diawara, Hichem Yacoubi, Kettly Noël Estreno en el Festival de Cannes 15 mayo 2014; en Francia 10 diciembre 2014; en España 6 febrero 2015
El fanatismo religioso musulmán ha arraigado fuertemente en las últimas décadas como consecuencia del recrudecimiento sin fin del conflicto judeo-palestino, que se remonta ya a más de medio siglo. Sólo cuando golpea directamente en nuestro acomodado mundo occidental los medios de comunicación le prestan especial atención, haciendo que las víctimas francesas, españolas, americanas o inglesas sean de primera categoría frente a las miles que diariamente sufren el terror en países desfavorecidos de Asia o, como en este caso, África, merecedores de menor cobertura y atención. La última película del director mauritano Abderrahmane Sissako (La vida en la tierra, Bamako) no pretende ser una ilustración de carácter documental sobre la suerte sufrida por una ciudad que en su momento fue paradigma del paraíso en el tercer mundo, donde la tolerancia y la convivencia hicieron de su gente icono de bienestar y prosperidad. En 2012 las fuerzas yihadistas se hicieron con el territorio, destruyendo gran parte de su patrimonio cultural y artístico por considerarlo impío, e imponiendo a sangre y fuego sus crueles y desproporcionadas reglas religiosas para oprimir y aniquilar a sus habitantes. Pero la cinta de Sissako no cuenta esa barbarie, ni siquiera juzga directamente a los bárbaros. Muestra sencillamente el día a día en una ciudad sitiada donde muchos y muchas han perdido su razón de existir pero resisten y se rebelan en silencio, mientras la contradicción se va abriendo camino entre los habitantes partidarios o no del nuevo orden. La violencia subyacente en el ambiente propicia tragedias como la que sufre el protagonista de la película, feliz y orgulloso esposo y padre de familia sobre el que se cernirá la ley del talión practicada por los invasores. Manteniendo un ritmo premioso, atento a los detalles y a las relaciones entre víctimas y verdugos, Sissako teje una crónica emotiva y dolorosa, a la vez que colorista y hermosa, gracias a la delicadeza de su fotografía y el esplendor de sus paisajes, del ambiente y la situación en esta ciudad maliense de la que no queda otra salida que huir, que le ha reportado el Premio del Jurado Ecuménico en Cannes, el de mejor director en el Festival de Chicago, ocho nominaciones a los Cesar y una nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
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