USA 2014 132 min.
Dirección Clint Eastwood Guión Jason Hall, según el libro de Chris Kyle, Scott McEwen y James DeFelice Fotografía Tom Stern Intérpretes Bradley Cooper, Sienna Miller, Jake McDorman, Luke Grimes, Navid Negahban, Keir O'Donnell, Sammy Sheik, Ayman Samman Estreno en Estados Unidos 16 enero 2015; en España 20 febrero 2015
Clint Eastwood es un clásico, una leyenda viva que en su trigésimo cuarta película de ficción como director retrata a otra leyenda, Chris Kyle, apodado así por sus compañeros marines que disfrutaron de su apoyo como protector en la Guerra de Irak, en la que llegó a matar a ciento sesenta personas para salvar las vidas en peligro de muchos más compatriotas suyos. Eastwood traza para la ocasión un discurso ambiguo que permite tantas lecturas como sensibilidades se presten a sufrir el infierno en el que la cinta literalmente les sumerge. Desde un principio deja claro el ambiente de extremo compromiso con la Iglesia en la que se desenvuelve la infancia del protagonista – un expresivo plano acercándose a una biblia sobre un aparador no deja resquicio a la duda – a la vez que una cultura basada en la violencia, matando ciervos en el bosque o enzarzándose en duras peleas de patio de colegio, sitúa perfectamente el temperamento que habrá de desarrollar el individuo retratado casi en exclusividad en este film. No ha sido educado para ser un lobo, tampoco una oveja, pero sí un pastor que proteja al rebaño de los lobos. Su destino por lo tanto estaba claro, y esta película recrea la crónica de su compromiso con una guerra que ni se explica ni se justifica, tan sólo se muestra en toda su crudeza y horror. No son tiempos de heroicidades, y las intervenciones americanas en conflagraciones extranjeras lo demuestran. Ya no hay grandes gestas ni avances logísticos como en la Segunda Guerra Mundial; como en Vietnam la de Irak es una guerra de infierno con víctimas directas y colaterales en ambos bandos, de desmoralización y pérdida de razón. Eastwood lo tiene claro y en su película no enaltece al protagonista, aunque tampoco lo condena, y para que no le falte un alter ego, crea su mayor enemigo en la persona de otro francotirador, islámico y tan preciso y convencido como él, que tiene que proteger a los suyos. Que tanta adrenalina, tensión y sufrimiento deja mella no cabe la menor duda, y Kyle no fue la excepción. Bradley Cooper, que también produce la cinta, se encarga de mostrar con registros muy calculados e interiorizados, todo ese padecimiento, humanizando a una máquina de matar con hipertensión arterial. Por cierto, sorprende que en una producción tan cuidada, con una puesta en escena tan calculada, ese detalle suscite en la doctora que lo descubre sólo un aviso y no un tratamiento de urgencia. De la misma manera que no se explica el uso de un bebé de plástico tan evidente y una barriga tan ortopédica de embarazo. Descuidos imperdonables, aunque lamentablemente sean marca de la casa en el cine de este gran y último bastión de la narrativa clásica hollywoodiense. El problema de cualquier modo no es ese, sino que no se encuentre el punto de equilibrio perfecto entre las secuencias de guerra, terribles y llenas de tensión, y las familiares, que no reflejan en toda su dimensión el drama de este personaje letal, y en las que el apoyo femenino repite el tópico de mostrarse impertinente, histérica y obstaculizadora, contando para ello con la irritante sobreactuación de Sienna Miller.
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