Guión y dirección Álvaro Fernández Armero Fotografía David Azcano Música Mikel Salas Intérpretes Inma Cuesta, Raúl Arévalo, Candela Peña, Alberto San Juan, Irene Escolar, Jorge Bosch, Kiti Manver, Petra Martínez, Miguel Rellán, Alicia Rubio, Álex Martínez, Eva Marciel, Ruth Armas, Pepo Oliva, Hugo Fuertes Estreno 30 enero 2015
Fernández Armero logró abrirse camino dentro de lo que se denominó nueva comedia madrileña con cintas como Todo es mentira y Nada en la nevera. Probó suerte luego con el género fantástico en la irrisoria El arte de morir, y regresó a la comedia generacional con Brujas, El juego de la verdad y las series de televisión Algo que celebrar y Con el culo al aire. Salir pitando fue su último trabajo cinematográfico, hace casi ocho años, aunque para salir pitando realmente esta comedia romántica tan insulsa como llena de despropósitos. A este país le cuesta mucho cambiar; igual que en plena dictadura, con tanta escasez y miseria, el cine camuflaba con comedias disparatadas y falsas la desgracia de nuestra gente, ahora durante esta durísima crisis económica nadie ha sabido aprovechar la coyuntura para hacer buena y justa crónica y denuncia social. En su lugar se sigue vendiendo una sociedad de diseño, una burguesía culturalmente alienada, loca por los apartamentos lujosos y las grandes marcas, o los puestos de trabajo en Qatar. ¡Si hasta los protagonistas viven en un pueblo de apenas una docena de casas, y la suya es como un hotel rural! Al menos en época de Franco de vez en cuando surgía un Surcos o un Bienvenido Mr. Marshall. Además, ¿qué se nos quiere contar con esta película llena de parejas con sus problemas idiotas y sus preocupaciones burguesas? Sólo Candela Peña, que se toma en serio cada cosa que hace y tiene toda la gracia que promete, se salva de un conjunto en el que Inma Cuesta sobreactúa como una histérica, Rául Arévalo pasaba por ahí, Alberto San Juan chirría y la pobre Petra Martínez y el más pobre todavía Miguel Rellán ponen la nota dramática con más pena que gloria. Al menos Kiti Manver no se pasa de rosca. Pero es que ni interesa ni conmueve y, lo que es peor, no hace ni gracia. Ya está bien de aparentar.
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