Dirección Ridley Scott Guión John Logan y Dante Harper Fotografía Dariusz Wolski Música Jed Kurzel Intérpretes Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup, Demián Bichir, Danny McBride, Carmen Ejogo, Jussie Smollett, Amie Seimetz, Callie Hernández, Nathaniel Dean, Alexander England, Benjamin Rigby, Uli Latufeku, Tess Haubrich, Guy Pearce, James Franco, Noomi Rapace Estreno en Estados Unidos 19 mayo 2017; en España 12 mayo 2017
Desde que a finales de los setenta y principios de los ochenta Scott dirigiera sus geniales Los duelistas, Alien y Blade Runner, apenas ha logrado filmar un puñado de buenas o sólo estimables, nunca geniales, cintas, entre las que se encuentran Thelma y Louise, Gladiator o la más reciente Marte. El resto de su filmografía parece haber dando tumbos tropezando continuamente. Uno de los últimos ejemplos lo tuvimos en la repelente Prometheus, precuela de la legendaria Alien y de ésta que nos ocupa, a su vez precuela del título que dio origen a esta saga de la que ya se cumplen casi cuarenta años y seis títulos oficiales. Scott retoma al alienígena que tanta fama le reportó en su tercera incursión directa en la colección, para según sus propias palabras hacer caja. Puede agradecérsele que haya limado la pátina, aunque no abandonado, de pedantería y pretenciosidad que adornaba su fallida Prometheus, con ínfulas filosóficas con las que se atrevía a analizar el papel creador del hombre y el origen mismo del universo. Se agradece también que intente retomar el aspecto de mero vehículo energético y adrenalítico que primaba en el primer título de la serie, lo que convierte a ésta en un híbrido entre la aventura metafísica de Prometheus y la acción y el terror asfixiantes de Alien, el octavo pasajero, como puente precisamente entrambas que es, si bien los bichos se han multiplicado y han tomado la actitud de los critters. Pero en sí misma Alien Covenant (tercera de las naves que la saga pretende hacer famosas, tras Nostromo y Prometheus) no ofrece nada nuevo. Confusa en su montaje y con la cargante fotografía nerviosa que se suele emplear en este tipo de producciones, su excesiva plantilla de secundarios y secundarias y su marcado énfasis dialéctico, apenas logra entusiasmar en sus contadas escenas de acción, nunca tan terroríficas ni definitivas como se anuncian, mientras el resto se antoja plomizo y reiterativo. Fassbender, tras una prometedora carrera hoy encasillado en papeles similares que a buen seguro le están engrosando considerablemente la cuenta corriente, interpreta al humanoide como si lo hubiera escrito Shakespeare, mientras el diseño y la tecnología, ávida por mostrar los últimos avances, se antoja mucho más moderna que su ilustre origen, por mucho que ésta se ambientara en época posterior. Su pedantería, de la que Scott no ha sabido o no ha querido deshacerse, alcanza también a la creación artística, mientras Wagner vuelve a utilizarse como estandarte de la villanía suprema más endiosada, con la significativa Entrada de los Dioses en el Valhalla como leit motiv recurrente. Al menos ha tenido la sensatez de recuperar el archifamoso tema principal que compuso Jerry Goldsmith para la primera entrega, y que el director despreció en su momento para sustituirlo por la Sinfonía Romántica de Howard Hanson. Jed Kurzel, hermano de Justin, director de dos títulos con Fassbender, Macbeth y Assassin’s Creed, lo revisa y versiona incansablemente, mientras también suenan ecos del olvidable tema que Marc Streitenfeld compuso para Prometheus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario