Ya es heroico que la ROSS programe en plena Feria de Abril, más aún si lo hace con piezas tan ajenas al folclore. El año pasado fue una interpretación en directo de la partitura de Hugo Riesenfeld a partir de la música de Bizet para Carmen, la producción de Cecil B. De Mille que protagonizó Geraldine Farrar en 1915, con proyección de la película incluida. Pero atreverse con dos platos fuertes del catálogo de Richard Strauss, con la disciplina y el enorme esfuerzo que supone, sobre todo para los intérpretes, no se puede tildar sino de absoluta y contundente heroicidad, resuelta además de forma sobresaliente.
El Canto Heroico de Dvorák es un poema sinfónico raramente programado, eclipsado por el éxito que tuvieron sus cuatro poemas anteriores, que al contrario que éste bebían de referentes literarios. Pero no es difícil imaginar en esta pieza de carácter rapsódico las andanzas de algún héroe eslavo medieval, introducido de forma abrupta y misteriosa y abandonado después a un sinfín de episodios que la orquesta supo encauzar con brío y mucha energía, aparte de sensibilidad e intensidad dinámica, en una interpretación rica en colorido y aliento épico. Atrás parecen haber quedado estos tristes años en los que un concierto se despachaba en poco más de una hora, frente a los últimos programas, tan generosos en duración como éste que se atreve con dos de los grandes poemas sinfónicos de Strauss. Concebido en cierto modo como pieza concertante, Don Quijote se apoya fuerte y frecuentemente en el violonchelo, y aunque el autor lo concibió para el primero de la orquesta, lo habitual es que se cuente con un solista virtuoso, como es el caso del experimentado Enrico Dindo, que deambuló entre el esfuerzo por hacerse oír entre tanta efusividad orquestal, y sus flexibles y perfectamente fraseados solos, rotundos en la presentación del hidalgo y henchidos de lirismo y sentimiento en la quinta variación. El violista Jacek Policinski brilló también en sus intervenciones, mientras Axelrod acentuó la lucha interna del personaje en un entorno más hostil que burlesco, con una respuesta magistralmente organizada de la orquesta.
Con el armazón arquitectónico ya ensamblado, quedaba comprobar si esta nueva interpretación de Una vida de héroe superaría a las ofrecidas por el conjunto en otras temporadas, y la respuesta es contundentemente afirmativa, con metales y maderas prodigiosas y cuerda voluptuosa marcando también los fantasmas internos, la lucha viril y orgullosa con la vida y sus episodios de este héroe anónimo al que se suele identificar con el propio compositor. Zef Pavaci se quitó la espinita del Alban Berg de hace unas semanas con una interpretación soberbia, llena de lirismo y virtuosismo, haciendo de hilo conductor en esta descripción de aventuras marítimas y batallas épicas de un poema sinfónico que servido con este magisterio no puede sino provocar nuestra admiración por un conjunto que crece a ritmo vertiginoso.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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