Juan Rodríguez Romero |
El maestro y catedrático Juan Rodríguez Romero, pilar fundamental de la vida musical de nuestra ciudad en las últimas cinco décadas, disfrutó el pasado viernes de un emotivo y emocionante homenaje por parte de compañeros y alumnado, convirtiéndose en batuta y autor del último programa de temporada de la Conjunta. Mientras la dirigiera Juan García, sobrino del homenajeado, cabía la posibilidad de no calibrar de quién era más el mérito de conseguir que una orquesta en prácticas sonara tan satisfactoriamente, si de los y las jóvenes integrantes o del propio director, que siempre le ha insuflado fuerza, brillo y energía. Una vez la batuta cambia de manos y comprobamos que esas cualidades siguen intactas, comprendemos que el esfuerzo de esta joven plantilla ha dado sus frutos de forma casi milagrosa.
Con el veterano director y compositor visiblemente emocionado, bromista y juvenil, su primera satisfacción fue dirigir su propio Concierto para piano de 1974, una obra ecléctica e irregular que coquetea con las formas musicales del siglo XX en un primer movimiento disperso pero con hallazgos interesantes. Apuesta por una atmósfera siniestra e intrigante en su molto lento central, y se arroja en brazos del post romanticismo en el impactante movimiento final, atendiendo siempre a formas y modelos clásicos. Óscar Martín cumplió su parte ofreciendo en sus intervenciones un manifiesto y admirable arrojo y empuje, con puntual y expresiva agresividad y un tono generalmente rapsódico, mientras cuerda y percusión acertaron hasta ofrecer el mejor de los tributos a su autor.
La también catedrática Rosa de Alba |
Una página tan intensa y compleja como la Misa Nelson de Haydn, su obra más grandiosa con perdón de La Creación, y cumbre de su composición litúrgica, abordada por una orquesta de estudiantes y un coro aficionado de más de cien voces, hacía presagiar el desastre. Sin embargo ofrecieron una versión plenamente disfrutable sin que por ello tengamos que obviar imprecisiones y algún dislate. Emociona comprobar que cuando las cosas se hacen con amor y entusiasmo, tienden a salir bien. Tanta gente apasionada de la música obró el milagro y Rodríguez Romero deslumbró haciendo alarde de alegría y elegancia clásica, una vibrante y tormentosa ejecución de las cuerdas, magníficos redobles de timbal y penetrantes toques de trompeta. Salvo en Et resurrexit, donde hizo aparición la previsible confusión, el coro respondió en el resto de forma encomiable, con texturas palpables y matizadas, y sin estridencias. Entre los solistas fue la soprano Rosa de Alba quien con talento y responsabilidad logró los mejores resultados, a pesar de la extrema complejidad de su parte, con agudos refulgentes y holgada capacidad para modular. Menos seguro y muy avibratado sonó Javier Cuevas en el Miserere nobis, mientras en números de conjunto como el Benedictus, el cuarteto exhibió respeto y armonía. El carácter emotivo de la noche se perpetuó con la promoción por el homenajeado de su Sanlúcar natal y el canto del cumpleaños feliz a su hija de sólo nueve años. Da gusto comprobar hasta dónde ha llegado la afición sevillana por la música, que el amor hace imparable.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario