Guión y dirección Edgar Wright Fotografía Bill Pope Música Steven Price Intérpretes Ansel Elgort, Lily James, Jamie Foxx, Jon Hamm, Kevin Spacey, Eiza González, Jon Bernthal, CJ Jones, Allison King, Keith Hudson, Sky Ferreira, Lance Palmer Estreno en Reino Unido y Estados Unidos 28 junio 2017; en España 7 julio 2017
Aunque ya en el cine mudo y primeros años treinta las persecuciones de coches en plena ciudad se pusieron de moda, generalmente en películas de gángsters, no fue hasta Bullitt de Peter Yates que cobraron entidad propia como género, llegando a la cumbre con la oscarizada French Connection y alcanzando la cota máxima de vulgaridad con las hipervitaminadas y ajenas a cualquier plausibilidad A todo gas. Edgar Wright, que se ha pasado gran parte de su filmografía parodiando con un estilo muy propio géneros cinematográficos de gran popularidad, no parece encontrar aquí su referente; quizás las películas de coches a toda velocidad o puede que el universo de Tarantino, especialmente Amor a quemarropa, ahora que casualmente su estreno coincide con la reposición en cines de Pulp Fiction. Una ambientación retro y escenarios recurrentes como cafés de carretera parecen corroborar esta tesis. Pero si acudíamos a este estreno, a pesar de las pocas expectativas que suscitaban su trailer, seducidos por la filmografía del director, no hemos encontrado sino una enorme decepción. Apenas hay aquí el humor irónico y descacharrante de Zombies Party, Arma fatal o Bienvenidos al fin del mundo. Puede que el motivo se encuentre en la ausencia de Simon Pegg y Nick Frost, protagonistas de las tres cintas aludidas, pero lo cierto es que Baby Driver parte de una idea interesante, una mezcla de cine de acción y música, con escenas de persecución y violencia supuestamente coreografiadas al ritmo del iPod del protagonista, con una banda sonora retro o vintage en la que se dan cita gente como Barry White, The Beach Boys, Carla Thomas, The Commodores, Queen o Simon & Garfunkel, de uno de cuyos títulos menos conocidos se toma prestado el de esta película. Pero la verdad es que cuesta apreciar esa sintonía ente imagen y sonido, y sin negar que la acción está perfectamente milimetrada y montada, no podemos sino despreciar una cinta que basa todo su atractivo en la violencia extrema, relegando a la mujer a apenas un objeto decorativo y repitiendo tópicos y esquemas argumentales vistos hasta la saciedad. Ni siquiera los múltiples cameos al estilo Torrente llegan a hacernos gracia, dado la dificultad de identificarlos por su carácter local. Apenas Paul Williams, músico y protagonista de El fantasma del paraíso, destaca de un elenco en el que también se acredita Walter Hill, director de, entre otras, Forajidos de leyenda.
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