sábado, 1 de julio de 2017

LA ROSS ENTRE ENSOÑACIÓN Y PESADILLA

14º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Miguel Domínguez Infante, clarinete. Javier Aragó Muñoz y Álvaro Prieto Pérez, fagotes. Erik Nielsen, director. Programa: Dance Preludes, de Lutoslawski; Concierto para dos fagotes, de Vanhal; Sinfonía fantástica Op. 14, de Berlioz. Teatro de la Maestranza, viernes 30 de junio de 2017

Miguel Domínguez Infante
A pesar de tanto terremoto no cabe duda de que la ROSS está viviendo un buen momento, permitiendo a su brillante plantilla de solistas que se luzcan en estos programas de abono que por economía y comodidad se les han encomendado. Y es un buen momento porque han sabido aprovechar la ocasión y ofrecer lo mejor de sí mismos, con resultados a veces tan satisfactorios como los obtenidos en este decimocuarto programa de abono. Infatigables y extremadamente responsables, Infante, Aragó y Prieto destacaron en sus partes solistas y no contentos se integraron con el resto de la orquesta en la muy compleja y exigente Sinfonía fantástica que sonó en la segunda parte como antídoto a una primera dominada por la ensoñación y la calidez del entorno, una tarde más primaveral que veraniega de tonos templados y colores luminosos.

Dance Preludes es el canto del cisne de la etapa neoclásica de Lutoslawski. Cinco piezas breves compuestas por encargo para servir como método académico a estudiantes de violín, y que el compositor acabó destinando al clarinete ante su incapacidad para inspirarse en el instrumento de cuerdas. Domínguez Infante ofreció una interpretación clara y sin fisuras, brillante y cristalina de cada una de ellas, potenciando la vitalidad de algunas frente a la tensión y el misterio de otra o la profunda melancolía del resto, acompañado por la batuta del norteamericano Erik Nielsen, actual director artístico de la Sinfónica de Bilbao, que mimó al detalle la atmósfera de ensoñación que arropa a la virtuosa interpretación del solista. Aunque su instrumento rey era el contrabajo, Johann Baptist Vanhal (o Jan Krittel bohemio original) es el autor de un precioso Concierto para dos fagotes que exhala perfume clásico combinado con algunos retazos del barroco, fundamentalmente por el uso del clave, en el que Tatiana Postnikova desgranó su proverbial elegancia y precisión, y un andante grazioso central que adopta la solemnidad de un ritual religioso. El diálogo y ocasional duelo que la partitura ofrece para los solistas se tradujo en gozo y disfrute a tenor del nivel técnico y la generosa expresividad desplegada por Javier Aragó y Álavaro Prieto. En las propinas Infante deliró con la endiablada tercera pieza para clarinete de Stravinsky, mientras los fagotistas disfrutaron con una cómica adaptación de El barbero de Sevilla.

Erik Nielsen
Nielsen, que en todo momento arropó con respeto y mucha elegancia, potenciando el carácter ensoñador de Lutoslawski y la calidez de Vanhal, arremetió la pesadilla ilustrada en la Fantástica de Berlioz con una gramática igualmente delicada y transparente, echándose en falta un poco más de garra y agresividad en el conjunto. Este retrato musical de un hombre sometido al hechizo de la mujer ideal, auténtico vuelo de la imaginación en el que asesina a su amada, es guillotinado y vuelve a encontrarla en un aquelarre organizado para atormentarle, encontró en la batuta una considerable dosis de sensualidad, pero lastrada por tiempos dilatados y texturas diáfanas y superficiales que debilitaron el resultado final, a pesar del excelente nivel técnico de cada solista (extraordinaria Sarah Bishop, como siempre), sus golpes de efecto (oboe y percusión fuera de escena) y el notable equilibrio y compenetración demostrado por todas las familias instrumentales, incluidos los poderosos metales en la Marcha al suplicio. Con todo terminó siendo una versión digna y espectacular, con momentos que rozaron lo apoteósico.

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