USA 2016 130 min.
Dirección Peter Berg Guión Peter Berg, Matt Cook, Joshua Zetumer, Paul Tamasy y Eric Johnson Fotografía Tobias A. Schliessler Música Trent Reznor y Atticus Ross Intérpretes Mark Whalberg, John Goodman, Kevin Bacon, J.K. Simmons, Michelle Monaghan, Rachel Brosnahan, Alex Wolff, Themo Melikidze, Melissa Benoist, Michael Beach, Khandi Alexander, Lana Condor, Christopher O’Shea, Jimmy O. Yang, Jake Picking Estreno en Estados Unidos 13 enero 2017; en España 7 julio 2017
En abril de 2013 Boston sufrió un atentado terrorista en su popular marathon, llevándose por delante la vida de tres personas, otra más como daño colateral, y dejando decenas de personas mutiladas de por vida. Peter Berg, que desde que abandonó su carrera de galán cinematográfico con apenas algunos títulos de los que sólo recordamos La última seducción, ha forjado una irregular carrera como director en la que es fácil identificar títulos olvidables como Battleship, Virtuality, Hancock o La sombra del reino, junto a otros más conseguidos pero nunca memorables como Very Bad Things o El único superviviente. Tras introducirse en otra historia verídica, el terrible accidente de un pozo petrolífero en Marea negra, con intereses económicos denunciados de por medio y resultados cinematográficos más estimulantes, así como un esforzado trabajo de cámara y montaje, Berg logra ahora su mejor película con esta oda al patriotismo americano, convirtiendo en héroes a ciudadanos comunes y anónimos a los que la tragedia cogió de sorpresa y les brindó la oportunidad de mostrar lo mejor de sí mismos. Y es que el realizador juega de nuevo a ese ejercicio de filantropía hipócrita tan afín a los americanos, proponiendo el amor entre semejantes como única arma posible frente a la barbarie, la muerte, la destrucción y el odio. Buena y conveniente base para formar una tesis, si bien todos y todas conocemos la ausencia de verdadera voluntad para ponerlo en práctica, precisamente en países tan poderosos como éste. No obstante aplaudimos el intento y nos dejamos seducir por su puesta en escena, que combina tensión dramática con buenos sentimientos, un elenco variopinto y atractivo y un ajustado montaje que pasa de unas situaciones a otras y las va cruzando con proverbial ingenio y facilidad. La reconstrucción de las explosiones está hecha con sobriedad y respeto, combinando imágenes reales con otras que ajustan su formato y textura a las primeras para no romper la unidad estética. Pero es en el valor humano de la propuesta, la definición de personajes y motivaciones, donde la cinta se muestra más atinada. De hecho comienza ya introduciéndolos con tanto cariño como cotidianeidad, para poco a poco ir tejiendo un puzzle que se asemeja a Vidas cruzadas y Crash, sin juzgar en exceso a buenos ni malos, ni tan siquiera presentar el crimen como un acto organizado por Al-Qaeda, sino como el de dos descerebrados cuyos crímenes son como tantas otras veces asumidos y reivindicados por el Estado Islámico. Es en el dolor de las víctimas y su capacidad para superarlo donde Berg incide e insiste con un discurso humanista y esperanzador, que servido con tanta sobriedad como respeto no nos hace sino aplaudir la empresa, aunque una vez más se trate de hacer taquilla con las desgracias patrias.
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