A la izquierda Luis Miguel Díaz, que tocará la viola el 16 de agosto |
Interpretados en orden cronológico, los tres músicos andaluces comenzaron el recorrido con el muy desconocido Michael Kirsten, de quien eligieron una Suite barroca al más puro estilo galante francés. Zurita es gran conocedor del barroco, clásico y romántico y supo adaptarse con facilidad a cada uno, atacando esta primera pieza con un espíritu austero, desplegando con agilidad y facilidad, como sus compañeros, los acordes más agitados, mientras acusó cierta inseguridad y endeblez en los lentos y sostenidos, como la introducción y una chacona que sonó destemplada en todos sus resortes y niveles. Más velado que los dos instrumentos más graves, Luis Miguel Díaz extrajo de su viola sonidos aterciopelados en un tono siempre amable y homogéneo. El Divertimento en forma de trío de Haydn (también los compuso en cuarteto), casi una broma musical, permitió al trío desplegar agilidades y brillar en los acordes breves y muy medidos de su particular gramática, evidenciando su generoso sentido del humor y combinando colores con un elegante toque de originalidad.
Romberg fue más influyente en su época como violonchelista que como compositor, a pesar de que su música rebosa encanto y elegancia. Su estética eminentemente romántica se hizo patente con el sonido expansivo y moderadamente apasionado de Zurita, justa muestra de respeto y admiración por un autor que promovió grandes progresos en el instrumento. La condición jazzística de Francisco Lobo, que nos brindó interesantes locuciones, se tradujo en sus propios arreglos del Tema de amor de Cinema Paradiso, atribuido a Andrea Morricone, si bien lleva el sello del autor del resto de la banda sonora, su padre Ennio. Una pieza de arrebatado lirismo que puso fin como propina a un concierto en el que quedó clara la pasión de los intérpretes por aquello que mejor saben hacer y han convertido en motor de su vida.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario