Teatro de la Maestranza, jueves 2 de noviembre de 2017
Con cierto prestigio y mucho nervio, el actual director titular del Bolshoi de Moscú, Alexey Bogorad, se hizo cargo de este tercer programa de abono de la Sinfónica de la temporada, en el que se quiso evocar la admiración y la nostalgia por nuestros orígenes, bien fuera en forma de hogar o de influencias que conformaron nuestra personalidad. Las tierras bohemias que vieron nacer a Dvorák, la mirada de Beethoven hacia el clasicismo de Haydn y Mozart, o el tributo de este último a la ciudad que tan bien le recibió cuando Viena parecía darle la espalda, se convirtieron así en protagonistas de un programa en el que la orquesta se plegó, como hace una buena plantilla, a la estética un tanto diferente del joven director moscovita, anclada en una lectura preciosista, muy cuidada en los detalles pero de escaso calado emocional, no por ello carente de alma, la que supieron insuflarle el nervio de la batuta y la brillantez de la voz solista.

Faltó quizás una mayor dosis de grandiosidad en la introducción de la Sinfonía Praga de Mozart, pero luego la batuta de Bogorad fue suficientemente enérgica como para contagiar a la partitura de ritmo y frescura. Mereció un sobresaliente para su lograda complejidad formal, menos para su densidad expresiva, suficientemente corta como para no provocar excesivo entusiasmo. No obstante acertó en dotar al andante de generosa cantabilidad, y terminar la exhibición con exultante alegría. Denotamos inconvenientes y molestas imprecisiones en los metales, a la vez que un trabajo impecable en las maderas y en la cuerda grave, aunque en general la audición nos pareció sólo correcta en lo formal y algo insustancial en lo expresivo.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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