
El último bis, una canción de Agustín Lara dedicada a Sevilla en el mismo tono y estilo que su archifamosa Granada, dio la clave de cómo su intención era seducir y cautivar al público convocado. Ya antes hizo emotivas referencias al Teatro, su irrepetible gala lírica inaugural, y al tenor y compositor sevillano Manuel García, a quien dedicó toda la primera parte del evento. Pero nada de eso era realmente necesario para ganarse las entusiasmadas ovaciones del público, que incluso entre escenas y arias fueron inusitadamente largas y generosas. Bastó con desplegar todo su arte, su poderoso torrente de voz, capacidad para modular, frasear con gusto y exquisitez, y exhibir dotes cómicas y románticas sin apenas esfuerzo. Lo suyo es un don, un privilegio que ha tenido la fortuna de cultivar y perfeccionar para regalar así al mundo una voz y unas capacidades canoras sin parangón.
La casualidad permitió que apenas un par de semanas antes de levantarse el telón con La hija del regimiento, el rol de Toni, que tantas satisfacciones ha dado a Camarena, asomara también en este recital, superando con matrícula de honor los nueve do de pecho seguidos de Ah, mes amis, un aria con el que además recordó al gran Alfredo Kraus. Antes, en el homenaje a García, entonó en perfecto estilo Caballo de El poeta calculista, y recorrió con holgura todos los registros y texturas de la muy compleja Gran Aria, donde asomó también su vis cómica. La emisión natural de su voz y su aparente facilidad para las ornamentaciones brillaron en Ah! Lo veggio, el aria excluida de Cosí fan tutte, y Cessa si piú resistere, de El barbero de Sevilla. Cantó Tombe degli avi miei, de Lucia di Lammermoor, y Ella mi fu rapita!, de Rigoletto, con mucha emoción y expresividad, hasta que un calambre frío y desgarrador se adueñó de nosotros con su interpretación de De miei bollenti spiriti, de La Traviata. Entre escena y aria fue desnudando su alma y personalidad, siempre hasta donde le permitía su sentido comercial, desembocando en dos sentidos boleros, Júrame de la mexicana María Grever, y Cómo fue del cubano Ernesto Duarte, un cariñoso guiño al pianista Ángel Rodríguez, que acompañó con mucho respeto y profesionalidad, además de evidenciar un amplio sentido lírico y emotivo en los dos boleros referidos.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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