Reino Unido-Francia-USA 2017 95 min.
Guión y dirección Lynne Ramsay, según la novela de Jonathan Ames Fotografía Thomas Townend Música Jonny Greenwood Intérpretes Joaquin Phoenix, Ekaterina Samsonov, Alessandro Nivola, Alex Manette, John Doman, Judith Roberts, Jason Babinsky, Madison Arnold Estreno en el Festival de Cannes 27 mayo 2017; en Francia 8 noviembre 2017; en España 24 noviembre 2017
A Lynne Ramsay le encantan los títulos dialogados y le llueven los elogios y los premios con cada proyecto que acomete, y no lo entendemos. Tanto Tenemos que hablar de Kevin como esta película plantean cuestiones importantes y terribles. En aquella ocasión era el papel de una madre incapaz de asumir sus responsabilidades frente a un hijo presuntamente ineducable, y ahora se trata de un justiciero de la noche empeñado en barrer la ciudad de tratantes de blancas. En ningún caso nos ha conseguido sin embargo conmover ni apenas interesar por su caprichosa forma de narrar y su tergiversada gramática cinematográfica. Joaquin Phoenix se mete en la piel de un inexpresivo ex combatiente de guerra, con traumas infantiles, faltaría más, que vive con su anciana madre y se dedica de forma profesional a matar proxenetas y abusadores sexuales de niñas. Es como si Travis Bickle se hubiera profesionalizado y ahora se contaran sus andanzas como matón justiciero y carne de una dura venganza. Los apuntes sobre corrupción política en el ámbito sexual se antojan endebles, superficiales y hasta inocentes, mientras ni siquiera el tratamiento visual logra insuflar algo de interés a la cinta. A pesar de contar una historia poco original y contar con pocos diálogos, consiguió el premio al mejor guión en Cannes, y aunque Phoenix no realiza aquí ni de lejos su mejor actuación, se hizo con el correspondiente al mejor actor en el mismo certamen. Nos la han presentado como imprescindible, y quizás estemos equivocados, pero lo cierto es que sólo nos provocó bostezo. No tiene desperdicio la escena en la que el protagonista y su perseguidor yacen mal heridos y cogidos de la mano en el suelo, cantando I’ve Never Been to Me mientras escuchan a Charlene por la radio.
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