Dirección Albert Hughes Guión Dan Wiedenhaupt Fotografía Martin Gschlacht Música Joseph S. DeBeasi y Michael Stearns Intérpretes Kodi Smit-McPhee, Jóhannes Haukur Jóhannesson, Leonor Varela, Natassia Malthe, Mercedes de la Zerda, Marcin Kowalczyk, Priya Rajaratnam, Jens Hultén, Spencer Bogaert, Patrick Flanagan y la voz de Morgan Freeman Estreno en Estados Unidos 17 agosto 2018; en España 24 agosto 2018
Después de dirigir junto a su hermano Allen un par de películas de culto en ciertos ámbitos, Menace II Society (Infierno en Los Angeles) y Dead Presidents (Dinero para quemar) y otras dos más comerciales pero de considerable impacto visual, Desde el infierno, que revisaba el mito de Jack el Destripador, y El libro de Eli, con Denzel Washington habitando un futuro apocalíptico, Albert Hughes dirige su primera película en solitario (su hermano se emancipó antes con Broken City, que aquí se llamó La trama y tenía como protagonistas a Mark Wahlberg y Russell Crowe). La prehistoria es el telón de fondo elegido para este debut, y un cuento sobre liderazgo y camaradería su trasunto. Publicitada como el origen de las mascotas, Alpha cuenta la historia de un guerrero y su tribu ambientada en la última glaciación, hace veinte mil años, y cómo tras sufrir un terrible accidente es dado por muerto y abandonado. Su supervivencia y la de un lobo alfa que también es abandonado a su suerte por su manada, se convierte en eje alrededor del cual gira este canto a la naturaleza, la magnificencia del planeta, su generosidad y también adversidad antes de sufrir la invasión abusiva del hombre y su asunción de la condición de dueño absoluto del entorno. Es en este sentido donde la película triunfa sin paliativos, ofreciendo majestuosas imágenes de parajes vírgenes y espectaculares, y transmitiendo esa sensación del daño que le hemos hecho al planeta, el legado tan empobrecido que dejamos a nuestros descendientes y la sensación de que hemos dado la espalda a todo ese sensacional mundo que nos rodea. Lástima que en el viaje que emprendemos junto a los protagonistas suframos muchos altibajos y se sucedan episodios más aceptables que convincentes, con lagunas de guión y cierta sensación de falta de rigor en muchos sentidos. Más cerca de los modelos Raquel Welch de Hace un millón de años y Dennis Quaid de Cavernícola, que de los primitivos de En busca del fuego, asistimos sin embargo a costumbres aproximadamente documentadas, con el añadido de un lenguaje inventado que aporta algo más de verosimilitud al conjunto, creación de una lingüista antropóloga de la Universidad de Columbia, Christine Schreyer. Pero donde más naufraga la oferta es en la emoción, resolviendo con efectos digitales situaciones que de haber disfrutado de un tratamiento más natural habrían resultado más emotivas. Nuestro aplauso sin embargo para la sorpresa final, que redefine el concepto de liderazgo de la manada, extensible a la tribu y nuestra moderna sociedad, y da cierta pista para sospechar cuánto habría pervertido el hombre la Historia a su antojo para discriminar a quienes no le interesa. Merece reconocer también el trabajo del protagonista, Kodi Smit-McPhee, que creció en la pantalla con La carretera y Déjame entrar, y maduró ante nuestros ojos con Slow West y X-Men Apocalipsis, mientras aquí mantiene el tipo durante toda la función de forma bastante satisfactoria.
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