USA 2018 91 min.
Dirección Brian Henson Guión Todd Berger y Dee Robertson Fotografía Michell Amundsen Música Christopher Lennertz Intérpretes Melissa McCarthy, Elizabeth Banks, Maya Rudolph, Joel McHale, Cynthy Wu, Leslie David Baker, Jimmy O. Yang, Colleen Smith Estreno en simultáneo en España y Estados Unidos 24 agosto 2018
La sombra de Judd Apatow, los Farrelly y otros pervertidores de la otrora elegante y sofisticada comedia americana, ha llegado a los Teleñecos, y el actual gestor del legado de su creador, Jim Henson, ha caído rendido a sus pies y a los dividendos que se le prometen. Aunque a juzgar por la mediocridad que impera en general en esta infame cinta, puede que ni siquiera la taquilla responda como se esperaba. Brian Henson ha gestionado la marca paterna en televisión y un par de académicas revisiones del universo muñequero en películas como Los teleñecos en un Cuento de Navidad y Los teleñecos en la Isla del Tesoro. Ahora debe haber sufrido una alteración nerviosa considerable que le ha llevado a firmar una de las películas más horrorosas que hemos visto en mucho tiempo, considerando su potencial y nuestra memoria. De hecho en Francia su cartelería hace constar fehacientemente que no se trata de una película para niños. No es agradable ver a estos deslenguados personajes de fieltro, de parecido más que considerable con esas estrellas de nuestra infancia aludidas, practicando sexo de la manera más soez y gamberra posible, diciendo tacos sin parar y procurando hacer reír y sorprender, entre otras lindezas, con momentos prestados de Instinto básico, música incluida, y corroborando esa reciente tendencia americana de resultar lo más grosero posible. Ni La fiesta de las salchichas era tan ofensiva, y desde luego resultaba mucho más ingeniosa. Y todo eso ocurre inspirándose descaradamente en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? hasta el punto de que el título español, que traiciona el original de Los crímenes de Happytime, que es el show televisivo de los noventa cuyos personajes van desapareciendo paulatinamente en manos de un o una misteriosa asesina, parece incidir en ese parecido, con un Los Angeles donde conviven humanos y moñecos (nuestros avispados distribuidores han traducido a los tradicionales muppets con este horrible término, justo ahora que los personajes son sencillamente puppets, es decir marionetas o títeres) y siguiendo el esquema clásico del cine negro americano, con antihéroe de vuelta de todo, femme fatale, secretaria recatada y enamorada, y el añadido supuestamente divertido de la terrible Melissa McCarthy engrosando una filmografía dominada por este tipo de comedias burdas y de excesivo mal gusto. Pero no intenten buscar el ingenio ni la vistosidad de la película de Zemeckis, y quédense si acaso con un posible mensaje de respeto a la diversidad, por rascar algo, incluso con uniones maritales entre humanos y muñecos. Por el contrario se insiste en ofrecer una imagen distorsionada de la mujer, objeto sexual, vengativa y rencorosa, más si además es lesbiana.
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