USA 2018 109 min.
Dirección Brad Anderson Guión Tony Gilroy Fotografía Björn Charpentier Música John Debney Intérpretes Jon Hamm, Rosamund Pike, Mark Pellegrino, Dean Norris, Shea Whigham, Idir Chender, Hichame Ouraga, Leila Bekhti, Kate Fleetwood, Colin Stinton, Yoav Sadian, Jonny Coyne, Larry Pine Estreno en Sundance 22 enero 2018; en Estados Unidos 11 abril 2018; en España 10 agosto 2018
Un charlatán diplomático con afán de protagonismo, interpretado por el televisivo Jon Hamm, se encarga al arranque de esta película de explicar con cristalina sencillez, apta hasta para niños, los múltiples problemas por los que atravesaba la todavía joven y aparentemente próspera república libanesa a principios de los setenta, y que convergerían en una cruenta guerra civil que hasta hoy se considera germen del polvorín que lleva destruyendo a musulmanes y cristianos en Oriente Medio, a raíz de la presencia del estado israelí en tierras palestinas. Con idéntica sencillez el guionista Tony Gilroy, famoso por su saga Bourne, nominado al Oscar por Michael Clayton y autor del primer spin off galáctico, Rogue One, firma un impecable libreto de manual en el que encaja todo lo previsible y políticamente correcto, que hoy pasa por considerar Estados Unidos como un país beligerante y entrometido pero habitado por ciudadanos en su mayoría responsables y dignos, y a los terroristas una vez alimentados por el sistema como víctimas de una sucesión de erráticas e injustas políticas internacionales. Con un equipo de saldo que incluye al protagonista de Mad Men todavía buscando su lugar en la gran pantalla, y a la elegante y misteriosa Rosamund Pike intentando sin éxito revalidar el reconocimiento cosechado con Perdida, en lugar de los más solventes George Clooney y Nicole Kidman, y a un artesano realizador como Brad Anderson, curtido en cine independiente, Próxima parada Wonderland, coproducciones españolas como El maquinista y Transsiberian, y mucha televisión, llevando con buen ritmo y sentido de la tensión esta intriga aseada que logra lo que muchas producciones más ambiciosas no consiguen, atrapar de principio a fin aunque sin apasionar, precisamente porque se le ven las costuras de manual en el que es fácil reconocer las constantes que alimentan el género, sin molestar a nadie ni abrir nuevos horizontes, ni tan siquiera despejar dudas o despertar conciencias. Casi se agradece no obstante que no pretenda más que entretener, y se reconoce el esforzado y antipático trabajo de Hamm, que no pierde ese carácter pedantorro que exhibe en su prólogo y paga además el recurrente peaje de darse a la bebida como resultado una vez más de una experiencia traumática.
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