viernes, 24 de enero de 2020

DANIEL SMITH Y EL DELICADO NEOCLASICISMO FRANCÉS

XXX Temporada de conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Tatiana Postnikova y Natalia Kucháeva, pianos. Daniel Smith, director. Programa: Le tombeau de Couperin, de Ravel; Le carnaval des animaux, de Saint-Saëns; Petite Suite, de Debussy; Sinfonía nº 1, de Bizet. Teatro de la Maestranza, jueves 23 de enero de 2020

Llevamos dos semanas consecutivas descubriendo excelentes batutas al frente de la ROSS. Si la semana pasada celebrábamos el excelente concierto dirigido por Enrique Arturo Diemecke, esta vez ha sido un joven y enérgico director australiano, Daniel Smith, principal director invitado del Teatro Carlo Felice de Génova, quien articuló una sensacional velada de música amable y deliciosa, la que compusieron cuatro grandes de la música francesa de corte fundamentalmente neoclásico. El resultado fue tan disfrutable como sorprendente en diversos aspectos. Ravel compuso La tumba de Couperin al licenciarse de la Gran Guerra, aparentemente como homenaje al gran compositor, organista y clavecinista barroco, y por extensión a otros autores de su época, aunque en la práctica cada movimiento estaba dedicado a un compañero caído en la contienda. La versión orquestal, con dos números menos que la pianística original, data de 1920 y en ella subyace bajo su superficie amable y encantadora unas corrientes subterráneas algo siniestras. Smith, a pesar de imponer unos ritmos considerablemente rápidos, supo equilibrar ambas estéticas en una interpretación hedonista a la vez que melancólica de la pieza. Desde su caracoleante arranque al danzarín Rigodón final, la orquesta supo plegarse a la dirección precisa y ágil con elegancia y trasparencia, sin sacrificar matices ni colores no obstante la rapidez con la que se desplegó la partitura. Su tono eminentemente pastoral se mantuvo sin menoscabar la sutil ironía que subyace bajo cada número, dejando a la vez constancia de su moderna y sofisticada armonía.
 
Con El carnaval de los animales de Saint-Saëns, obra que su autor nunca quiso estrenar en público para no menoscabar su perfil de compositor serio, tuvimos dos agradables sorpresas. Por un lado que se interpretó su versión original de cámara, con once músicos en escena, y por otro que se hizo con narrador, un impresionante Éric Crambes, concertino de la orquesta y desde ahora magnífico locutor, con perfecta dicción, un hermoso timbre y un impecable fraseo y modulación. Para ello se echó mano de los textos que mucho después de por fin estrenarse escribió el humorista Francis Blanche. El disfrute de la página resultó así completo, con los músicos convertidos en cómicos a propósito de la torpeza de las Pianistas, por otro lado unas espléndidas Tatiana Postnikova y Natalia Kucháeva, sobradamente conocidas del público sevillano, que protagonizaron un Acuario envolvente, evocador y sensual con acompañamiento de flauta y glockenspiel, o el Cuco en forma del clarinetista Piotr Szymyslik asomando no desde el fondo del bosque sino del Maestranza. Pura delicia y suma delicadeza con una interpretación ejemplar, sencilla y enormemente eficiente de una página que raramente trasciende al ámbito infantil, a pesar de su enorme potencial y atractivo, y que invita además al oyente a divertirse identificando multitud de temas y referencias.
 
La Petite Suite de Debussy, obra originalmente concebida para piano a cuatro manos e interpretada en la versión que Henri Büsser orquestó en 1907, inauguró la segunda parte de nuevo con un enérgico y entregado Daniel Smith logrando que la orquesta sonara nítida y encantadora, y que todos sus referentes, entre ellos Fauré, Chabrier, Bizet, Delibes y Borodin, quedaran fielmente reflejados, abrazando siempre un incontestable lirismo melancólico pero sin caer nunca en incómodas afectaciones. Como colofón Smith y una espléndida Sinfónica rubricaron una Sinfonía de Bizet si no antológica sí al menos fresca y dinámica. Una pieza que su autor despreció por considerarla un ejercicio escolar y no se estrenó hasta 1935, y en cuya factura clásica se atisban influencias de Mendelssohn y Schubert, algo de lo que batuta y orquesta dejaron evidencia en una interpretación briosa, enérgica y perfumada, destacando un adagio sensual y elegíaco en el que la cuerda desplegó toda su sensibilidad y perfecta armonía. Su arrolladora y eufórica conclusión puso punto y final a tan singular y agradable concierto.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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