38º FeMÁS. Dorothee Oberlinger, flauta. Edin Karamazov, laúd. Programa: Suite para flauta y laúd en re menor BWV 997, Preludio de la Suite nº 1 para violonchelo en Do mayor BWV 1007, Sonatas para flauta y bajo continuo en sol menor BWV 1034 y en Fa mayor BWV 1035, Allemande de la Partita para flauta sola en do menor BWV 1013, y Concierto en re menor BWV 974, de Johann Sebastian Bach. Espacio Turina, viernes 26 de marzo de 2021
La cita de ayer viernes en el Festival de Música Antigua nos parecía especialmente atractiva por dos motivos fundamentales, descubrir en directo el talento y la fama interpretativa de quien ya nos ha conquistado en disco, la flautista alemana Dorothee Oberlinger, y dejarnos cautivar por uno de esos programas integrados por arreglos y transcripciones que a menudo irritan a los más puristas y conservadores y acaban convenciendo prácticamente a todos por su musicalidad y por el acierto con el que estas páginas han mutado de color y timbre y a pesar de todo nos siguen fascinando. La prueba de que lo lograron tanto ella como su flamante acompañante, un Edin Karamazov entregado en cuerpo y alma a dar lo mejor de sí tanto en el acompañamiento como en su breve intervención en solitario, fue la atención con la que seguimos todo el recorrido sin atisbo de fatiga ni sensación de rutina.
Ya la obra con la que arrancó el programa, la Suite para laúd BWV 997 transcrita para flauta y laúd, sentó las bases de cómo habría de ser la calidad interpretativa del resto, con la flautista revelando su portentosa capacidad para frasear ya en su intrincado preludio, llegando hasta los recovecos más complejos y manteniendo un fiato y un legato impecables, con una respiración perfectamente controlada y un extraordinario sentido de la cantabilidad, que el laudista bosnio acompañó con un gusto exquisito en la ornamentación y respeto absoluto en la línea melódica. La excelente compenetración y evidente complicidad entre los intérpretes se hizo patente también en las sonatas que ocuparon el centro del recital, con las claves convenientemente transformadas para adaptarse a la flauta dulce protagonista, en lugar de la travesera para las que fueron concebidas, y el laúd ocupando la posición de bajo continuo, si bien en la BWV 1035 observamos algún desajuste que malogró parcialmente el trabajo contrapuntístico característico del autor, y puntuales acordes falsos o perdidos, aunque en la siciliana volvió a brillar la fuerza expresiva e impecable línea de canto de Oberlinger, como ya antes había ocurrido con una sensacional zarabanda en el BWV 997 afrontada a modo de coral, y un no menos extraordinario andante en la Sonata BWV 1034.
El famoso Concierto BWV 974 a partir del Concierto para oboe de Marcello, adoptó un interesante cariz vivaldiano en manos del flautino utilizado para la ocasión, con una articulación precisa y un acompañamiento refinado que en el caso del popular adagio derivó en un auténtico festín para los oídos. Antes, el concierto sufrió severos recortes en las obras en solitario, debido a la ejecución de corrido, sin pausa, lo que habría supuesto un enorme esfuerzo para los intérpretes, que no para los oyentes, siempre ávidos de tan suculentas propuestas. Así, de la Suite nº 1 para violonchelo transcrita para laúd, solo se ofreció su popular preludio, con el laudista de apellido Dostoievskiano haciendo gala de una impecable pulsación y un excelente sentido de la emoción. Por su parte, Dorothee Oberlinger ofreció de la Partita para flauta BWV 1013 solo su Allemande inicial, fascinando de nuevo con su elegante modulación y portentoso dominio de la respiración, que se hizo más palpable aún en los vertiginosos movimientos rápidos del resto de obras que resolvieron con encomiable sentido del ritmo y la compenetración.
Como propina ofrecieron Ven ahora, Salvador de los gentiles, también de Bach, que Oberlinger definió como popular canción de Navidad alemana. A la salida volvimos a enfrentarnos a la vorágine con la que la ciudadanía está entregada a la Semana Santa, prácticamente como si no hubiera ocurrido nada, con calles atestadas, terrazas invadidas y colas en las iglesias. Un auténtico peligro justo cuando acabábamos de salir de nuestro refugio en uno de esos centros culturales tan castigados por nuestras mediocres autoridades. Y hoy toca seguir el plato fuerte del Femás, el estreno de Argippo de Vivaldi a cargo de Fabio Biondi, Vivica Genoux y Europa Galante, en inapropiado streaming como solución a una inexplicable medida anticovid, o mejor dicho explicable si imperase algo más de coherencia.
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