viernes, 19 de marzo de 2021

EN RECUERDO DE ANTÓN GARCÍA ABRIL

¿Quién nos iba a decir hace apenas tres días, cuando escribíamos en estas mismas páginas del espectáculo que en torno al film Semana Santa de Manuel Gutiérrez Aragón que organizó el Maestranza a comienzos de esta semana, que el arreglista y adaptador de su banda sonora, Antón García Abril, nos dejaría antes de ayer a los 87 años de edad? Antes de José Nieto o Alberto Iglesias el cine español tuvo un compositor estrella, de esos cuyo nombre parece bordado en oro, que destacó seguramente por encima de otros de su generación como Augusto Algueró o Waldo de los Ríos, más populares quizás que él pero que no atesoraron en su currículo tanta diversidad y excelencia como él. Como fundador del Grupo o Generación del 51, junto a otros insignes compositores como Luis de Pablo o Cristóbal Halffter, jamás abandonó su faceta de compositor quizás mal llamado serio, pero que todos comprendemos su significado, el de música destinada a las salas de concierto, a la investigación y al desarrollo de la cultura. Y aquí tuvimos muchas y buenas muestras de esa faceta suya, ya fuera en conciertos de la Sinfónica de Sevilla (Cantos de Pleamar) o abordando sus innumerables canciones en recitales celebrados entre otros espacios en los Jardines del Alcázar.

Pero fue en la música cinematográfica donde más se popularizó su trabajo y profesionalidad. Aquí mismo, en Sevilla, inauguró los Encuentros de Música de Cine allá por 1986, cuando celebró en el entonces Teatro Álvarez Quintero (ahora Espacio Turina) conciertos en homenaje a Joaquín Turina o a su propia música, el mismo año en el que Georges Delerue dirigió música de Maurice Jaubert. Siempre recordaremos las magníficas sintonías televisivas de García Abril, con especial mención para El hombre y al tierra, de sabor inconfundiblemente africano, pero también en el recuerdo magníficas composiciones para programas como Punto de encuentro, un intento de revitalizar los nexos con la comunidad hispanoamericana tras 300 millones, que dirigió Pedro Macías, o la mítica sintonía de Deportes en TVE a ritmo de galop.

Gran melodista siempre recordaremos sus partituras para series como Fortunata y Jacinta, Anillos de oro, Segunda enseñanza o Ramón y Cajal, y no olvidaremos que antes de que Burt Bacharach ganara el Oscar por Dos hombres y un destino, con sus daba daba daba da de South American Getaway, nuestro compositor ya había experimentado con los coros femeninos en Sor Citroen y El turismo es un gran invento. Como una especie de Morricone nuestro, que también podríamos considerarlo, nos queda la excelente muestra del spaghetti western Adiós, Texas, e incursiones en el giallo como El perro o el terror casposo en La noche de Walpurgis, donde se permitió experimentar con el sonido como hiciera en sus obras de corte más vanguardista. Sin olvidar su larga colaboración con Mario Camus en más de una docena de títulos entre películas y trabajos para la televisión, entre los que destacan Los pájaros de Baden Baden, Los camioneros, La colmena, Los desastres de la guerra o Los santos inocentes, otra destacada incursión en el folclore y la idiosincrasia ibérica.

Aunque sin duda uno de sus trabajos más logrados fue para el telefilm británico Monseñor Quijote, basado en la novela de Graham Greene y con Alec Guinness como protagonista. Sin duda un gran hombre de cultura, un destacado miembro de la comunidad cinematográfica y musical española sobre todo del siglo XX, y una personalidad a recordar y echar de menos para siempre.


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