Dijo Juan Lebrón en alguna ocasión que nunca olvidará aquella tarde del 10 de abril de 1992 cuando su proyecto más querido y ambicioso hasta el momento, Semana Santa, vio la luz. Fue en el Cine Alameda, ahora pendiente de una demolición inmediata y entonces emblema de una Sevilla moderna que supo apostar dos décadas antes por los nuevos formatos de exhibición cinematográfica, levantando el primer multicines de Andalucía y uno de los primeros de España. Para él, que más tarde se aliaría con Carlos Saura para hacer realidad dos de los musicales más acariciados por el director aragonés, Sevillanas y Flamenco, aquella fue una de las tardes más felices de su vida, según ha confesado en más de una ocasión, como posiblemente lo sea ésta, en que la Sinfónica de Sevilla tocó en el Maestranza las inmortales marchas procesionales que en su día acompañaron las imágenes de Gutiérrez Aragón al son de la Filarmónica de Londres. Hace un par de años los cines recuperaron esta joya del documental hispalense, y el pasado tendría que haber protagonizado un circuito por distintas cámaras de comercio, frustrado por la actual situación sanitaria. Ahora le ha tocado el turno de quitarle el polvo con todo lujo de detalles.
Cuando Semana Santa se gestó, la Sinfónica de Sevilla empezaba a tomar forma y aun no se había convertido en una realidad, pero ahora toma el relevo de esa mítica formación londinense ocupando el lugar que merece, ilustrar las imágenes con las que el crítico, escritor, periodista y profesor Carlos Colón y el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón sintetizaron el sentir, el color y el espíritu de la Semana Santa sevillana, y que el gran José Luis Alcaine, hoy asociado a Pedro Almodóvar, hizo realidad. José Salcedo, también habitual en el cine del director manchego, le dio forma definitiva con un minucioso montaje, y a él, que falleció en 2017, está dedicada esta recuperación del mediometraje de Lebrón y Gutiérrez Aragón en remasterización con tecnología 4K. Un sueño hecho realidad desde aquellas oficinas que la entonces puntera productora de Juan Lebrón ocupaba en la Plaza Alfaro del Barrio de Santa Cruz.
Quizás al espectáculo le faltó precisamente eso, un mayor sentido del espectáculo, haber ensamblado mejor y con más sentido todos los estupendos ingredientes convocados. Y es que cada partícipe cumplió a la perfección su cometido, pero en conjunto hubo falta de ritmo y de cohesión, transiciones muertas que podrían haberse resuelto con más pericia y sentido de la oportunidad, y decisiones más acertadas, como por ejemplo haber prescindido de la caja acústica que tanto limita el escenario para poder elevar más la pantalla y evitar así el seccionado de la imagen inferior por el conjunto de percusionistas de la orquesta. Ésta, por cierto, recreó bajo el mando de Alfonso Casado, natural de Alcalá de Guadaira y especializado en musicales y grandes espectáculos, las marchas que en su día arregló el compositor Antón García Abril, autor de hermosísimas bandas sonoras como Fortunata y Jacinta o Los pájaros de Baden Baden. Y con un magnífico preludio a cargo de la banda de tambores y cornetas de los Armaos de la Macarena, que en su día también protagonizaron los sonidos de la película, y la genial aportación del saetero Manuel Cuevas, testimonios de esas voces dormidas desde que comenzó la pandemia y que ahora vuelven a soñar en silencio el regreso a su escenario natural, se dio paso a la proyección de la cinta y la interpretación en perfecto timing de la Sinfónica.
El público asistimos a un ejercicio de nostalgia y profunda melancolía, enfrentándonos a un tiempo, hace treinta años, en el que una bulla, un abrazo, una mirada apasionada o un niño o niña a hombros no representaba más inconveniente que una limitación de movilidad, incrédulos a que algún día podamos volver a vivir esas experiencias sin miedo ni riesgo alguno. Aquella Sevilla, que no es tan diferente de la de ahora pero que ya no existe, albergaba también a todos esos seres queridos que ya no están, y en este punto me gustaría dedicar estas palabras con todo mi cariño y respeto a D. José María Suárez y su esposa, que nos dejaron hace unos días con intervalo de apenas una semana, habiendo sido él Hermano Mayor de San Benito durante muchos y gloriosos años. ¡Cuánto hubiera disfrutado ayer tarde con esta semblanza de nuestra aparcada Semana Santa! El periodista, divulgador y especialista en la materia Paco Robles glosó a su manera, muy particular, los méritos de esta película del director de Habla, mudita y La mitad del cielo, mientras muchos nos preocupábamos si su dificultad para acceder al escenario no se podía haber resuelto de otra forma más ágil y efectiva.
Y finalmente, lo que nos ocupa, la música, la imagen, la emoción y el sentimiento. La dirección de Casado fue quizás más efectista que la muy sutil que García Abril impregnó a la partitura en la banda sonora original de la película, sobresaliendo percusión y llegando en más de una ocasión al exceso decibélico y la confusión entre texturas y matices. Pero nada de eso fue obstáculo para disfrutar con las marchas irrepetibles de Gómez Zarzuela (Virgen del Valle), López Farfán (Pasan los Campanilleros), Pantión Pérez (Jesús de las Penas) o Font de Anta (Soleá, dame la mano), que aunque suene ridículo tantas veces evocan esas músicas épicas de Rózsa o Newman para grandes producciones bíblicas de Hollywood. Una recreación musical que respetó los silencios y sonidos ambientales presentes en la película, y meció los varales y ciriales retratados por Alcaine, todo un perfecto artefacto para arrancarnos el sentimiento y la emoción, mientras recuperábamos aunque fuera en celuloide al Amor, la Macarena, el Gran Poder, los Estudiantes, el Museo, el Cachorro o el mismísimo San Benito. Al final y ante el entusiasmo generalizado, la ROSS ofreció dos propinas, Amarguras de Font de Anta y Estrella Sublime de Farfán, ya oídas en el film pero ahora aisladas de la imagen, aunque ésta permaneciera indeleble en nuestra memoria y candente en nuestra esperanza. Esta tarde volverán a sonar los tambores y cornetas de la Macarena, la voz de Cuevas y nuestra querida Sinfónica acompañando esas añoradas imágenes.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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