Cada vez más degradada, como si hubiera sido reducida a escombrera o cultivo de yerbajos, la que una vez fuera orgullo de Sevilla y símbolo de su modernidad, ha ido viendo cómo la mala educación y la grosería imperante en la ciudadanía y la mala gestión y abandono de la administración, ha lastrado el paisaje de la Isla de la Cartuja hasta ir dejándolo hecho un infortunio. Ni la implantación de nuevas empresas, ni nuevos centros de ocio como el imponente Auditorio Cartuja Center, han remediado una situación que se viene denunciando desde que prácticamente acabaran los fastos del 92 y de la que ya nos hemos hecho eco anteriormente en estas mismas páginas.
Hay zonas absolutamente deterioradas, parcelas abandonadas y un sinfín de despropósitos que han convertido el legado de la Expo en una auténtica vergüenza, a pesar de lo cual sigue formando parte del circuito de los autobuses turísticos, mientras el otro legado, mucho mejor conservado, el de la Exposición Iberoamericana del 29, sufre el desprecio de estas rutas, flagrante desperdicio en el caso de la incomparable Avenida de la Palmera, que por mucho que se empeñlen en vilipendiar sus últimas intervenciones urbanísticas, mantiene todo su encanto y valor arquitectónico, mezcla de estilos que le han dado la suntuosidad que luce.
Pero sigue llamándonos la atención cómo paseos destinados a peatones y bicicletas siguen sufriendo la invasión incívica y desvergonzada de automóviles como si de aparcamientos se tratara, lo que sumado a la nula vigilancia y la pereza de autoridades, da como resultado una agresión urbanísitca y medioambiental impropia de una ciudad que se quiere ejemplo de patrimonio y cultura. Mi último paseo en bicicleta por las inmediaciones del Centro de Alto Rendimiento, ayer mismo domingo 28 de abril, se tradujo en estas fotos para el escarnio. Y temblamos ante la reapertura de Isla Mágica, cuando sus usuarios se sientan impunemente merecedores de invadir aceras y paseos, ante la desidia habitual de nuestras autoridades y la mala educación imperante en una sociedad sin remedio.
Secundo plenamente esta denuncia del incivismo de los automovilistas que invaden espacios para peatones y bicicletas en la otrora Isla de los Milagros, sobre la que se construyó la modernidad que supuso la Expo 92. Pasear por la Isla de Cartuja hoy en día es para echarse a llorar, también por la cantidad de árboles secos por la sequía y la insolación (como da fe la segunda de las imágenes). Nadie se ocupa de podarlos y retirarlos para que no sean pasto de incendios estivales. Lamentable todo. Gracias, Juanjo por denunciarlo en este sitio.
ResponderEliminar