Han pasado treinta años desde aquel primer concierto de la Orquesta Joven de Andalucía en el emblemático Hospital de Santiago de Úbeda, y la formación lo celebró el pasado domingo en Jerez y ayer lunes, primer día de abril ya con las aguas calmadas y los embalses llenos, en Sevilla. El concierto tuvo cierto aire de déja vu, pues el pasado febrero la ROSS interpretó el Concierto para violín de Beethoven con Sergei Dogadin como solista, y sólo una semana después convocó a Javier Comesaña para que se uniera al plantel con el que se abordó el Doble Concierto de Brahms. El joven alcalareño fue el encargado en este ya tradicional Concierto de Pascua de la OJA de liderar el mismo concierto beethoveniano en un evento que contó con un aforo algo mayor que el del año pasado, pero no con ese lleno absoluto que sin duda merece. Algo que no alcanzamos a entender, pues sólo con amistades, profesorado y familiares de los y las jóvenes intérpretes convocadas ya daría para una buena porción del Teatro de la Maestranza.
Tocar el Concierto op. 61 de Beethoven con la habilidad, la seguridad y la sensibilidad que Comesaña fue capaz de insuflar en tan insigne y revolucionaria pieza, le legitima para enfrentarse a cualquier página con éxito, convirtiéndole en violinista consumado y listo para echar literalmente a volar. Integrado desde las primeras notas junto al resto de compañeros y compañeras de instrumento, el joven al que seguimos la pista desde sus comienzos en Sevilla y Alcalá de Guadaíra, su ciudad natal, arrancó su parte solista con brillantez, procurando que el sonido fuese homogéneo y sedoso ya fuera en el registro más grave como el más agudo del instrumento. Su confianza se tradujo en una interpretación briosa, con un legato sin fisuras y capacidad para transmitir un sentimiento profundamente espiritual. En sus manos el allegro inicial exhibió toda su belleza arrolladora, llegando a exponer en las cadencias originales de Beethoven, incluido un sensacional diálogo con los timbales, un virtuosismo exacerbado y una especial sensibilidad para mantener la línea melódica en todo su esplendor.
Comesaña decidió afrontar el larghetto con dilatados pianissimi perfectamente controlados, potenciando la intensa expresividad de la pieza, mientras la orquesta acompañó con delicadeza y altas dosis de poesía. El director de origen colombiano Alejandro Posada se encargó de cumplir estas exigencias. Su dominio orquestal y amplio bagaje tanto en Latinoamérica como en Europa le facilitó llevar la empresa a tan buen puerto, especialmente en un saltarín y jubiloso allegro final resuelto con brillante impulso atlético, magistralmente acompañado del entusiasmado solista. A destacar del conjunto el poderoso y perfectamente entonado trabajo de los metales. Como propina, Comesaña deleitó al público con el tercer movimiento de la Sonata nº 2 de Ysaÿe, Danse des ombres.
Una orquesta consagrada
La consagración de la primavera es una de esas piezas que por mucho que se programe nunca se cansa uno de escuchar. Siempre hay matices nuevos y sensaciones diferentes para descubrir. La OJA cumplió con creces las exigencias de una página tan significativa cuando hablamos de renovación, como la que experimenta cada temporada esta orquesta surgida del eficaz e imprescindible programa andaluz de jóvenes intérpretes impulsado por administraciones que demostraron un compromiso y una sensibilidad de cara a la educación y la cultura que hoy corremos el peligro de perder debido a un sesgo político poco proclive a una cultura exquisita y debidamente informada.
Las prestaciones de cada una de las familias de la OJA con esta igualmente revolucionaria página fueron sobresalientes, atléticas y suculentas, sin llegar nunca al embarullamiento que su potencia devastadora corre el peligro de provocar. Posada se encargó de que La consagración sonara trasparente y cristalina, llena de matices, armonías disonantes y bruscos saltos perfectamente controlados, aunque por el camino evidenció alguna que otra brocha gorda y cierta falta de delicadeza en algunos de sus pasajes, especialmente los más íntimos. Con todo resultó una interpretación fascinante, llena de brillo y un calculado ritmo, con la que además los intérpretes parecieron sentirse muy cómodos y cómodas, e incluso divertirse de forma manifiesta.
Fotos: Guillermo Mendo
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