Juan García Rodríguez y la Conjunta |
Fieles
a nuestro compromiso con una orquesta y
un proyecto que venimos celebrando desde el minuto cero, allá por diciembre
del año 2011, hemos de aclarar que no sólo nos atrae una orquesta que viene
demostrando su capacidad de disciplina y esfuerzo máximo para lograr tan
estimulantes resultados, sino también los atractivos
programas que para ella diseña Juan
García Rodríguez, capaz de simultanear con enorme sentido de la
responsabilidad este emocionante proyecto con el que lleva a cabo con Zahir
Ensemble, que estos días celebra su particular festival de música
contemporánea.
Triple
Leonora
No
podemos resistirnos a un concierto en el que se interpretan las tres oberturas de Leonora. ¿Quién, al menos en estas latitudes, se ha atrevido
nunca a hacerlo? Ya se sabe, Beethoven nunca empleó la primera, compuso la
segunda para el fallido estreno de la ópera, y la tercera para el reestreno,
igualmente decepcionante por razones varias y justificadas. Por fin triunfó con
los reajustes pertinentes hasta convertirla en Fidelio. Aunque ésta va precedida de una cuarta obertura, esta vez
con el título definitivo de la ópera, son
muchas las batutas que prefieren introducirla con la segunda o tercera de las Leonoras.
Carlos González Odrizola al fagot |
Con
un control máximo del vibrato y las
dinámicas, el director logró una lectura fogosa, brillante y rigurosa de
cada obertura, haciendo acopio para ello de la entrega absoluta de estos jóvenes prodigiosos, y exhibiendo el
máximo dramatismo, potenciado por el uso fuera de escena de las tubulares
trompetas.
Dos
singulares conciertos
El
Concierto para fagot Op. 75 de Carl
Maria von Weber es el más interpretado
del repertorio para este instrumento, junto al de Mozart. Lo compuso a raíz
del éxito de sus dos conciertos para clarinete y a demanda de los miembros de
la Orquesta de la Corte de Múnich. Tanto el solista, Carlos González Odrizola, como la orquesta, se hicieron eco de la
enorme teatralidad de la pieza, si bien percibimos cierta descompensación entre el instrumentista y el resto de la
plantilla, acaso algo desorganizada, acusando falta de compenetración y
empaste. Esto, que fue notorio en el allegro
inicial, se relajó bastante en un adagio
de considerable calado lírico, y el travieso allegro final.
María Benítez al trombón |
El
Concertino para trombón Op. 4 de
Ferdinand David es uno de tantos intentos del legendario violinista por
alcanzar también como compositor un status digno. Y desde luego ésta merece considerarse su mejor composición y
pieza fundamental del repertorio para el instrumento. Aunque lo asociamos a
un sonido fuerte y poderoso, en las manos apropiadas pueden alcanzar una expresividad religiosa y una notable calma,
y así nos la ofreció la joven trombonista sevillana María Benítez.
Sin
desfallecer en ningún momento, con una capacidad
pulmonar extraordinaria, la solista logró ser tan enérgica y vivaz en los
movimientos extremos como seria y rigurosa en su interesante marcha fúnebre central. Aquí la batuta y la orquesta sí
que se emplearon a fondo tanto para dialogar satisfactoriamente con ella, como
para arroparla con un sentido de la flexibilidad y la melodía realmente
encomiable.
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