Dirección Gerardo Herrera Guion Irene Zoe Alameda, según la novela de Tomás Bárbulo Fotografía Juan Carlos Gómez Música Paula Olaz Intérpretes Álvaro Morte, Mina El Hammani, Abdelatif Hwidar, Fariba Sheikhan, Ben Temple, Sara Hwidar, Cristina Kovani, Déborah François, Juan Carlos Vellido Estreno en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 10 noviembre 2024; en salas 22 noviembre 2024
Con más de veinte largometrajes como director y más de ciento cincuenta como productor desde 1987, podemos considerar a Gerardo Herrera como uno de nuestros cineastas más productivos, si no el que más. Lástima que cantidad no suponga calidad, y que apenas reconozcamos sintonizar con algunos de sus títulos, especialmente ese Las razones de mis amigos con el que empezó el nuevo siglo, o terminó el anterior, según se mire. También Bajo terapia, el año pasado, logró interesarnos, dentro de una filmografía que ha tocado todos los géneros. Los conflictos internacionales también han tenido eco en su cine, como Territorio Comanche, ambientado en la Guerra de Bosnia, o Silencio en la nieve, su particular incursión en la Segunda Guerra Mundial, siempre con personajes españoles como protagonistas, destacando nuestro papel donde apenas hemos sido reconocidos.
Ahora le toca el turno al terrorismo del Estado Islámico, siguiendo las pautas sentadas en la novela de Tomás Bárbulo, y con los espías internacionales como personajes principales de una historia que mezcla la situación de práctica esclavitud de las mujeres en Siria, con la ejecución sistemática de disidentes, y el expolio patrimonial con el fin de conseguir financiación bélica. Herrero cuenta para ello con una producción relativamente holgada, pero sacrifica acción para centrarse en los aspectos más intimistas, los conflictos sentimentales y emocionales de sus personajes, evidentemente con el fin de abaratar costes. El problema es que impera la impostura, la falta de naturalidad, además de una escasez de intriga y ritmo realmente alarmante tratándose de un producto de esta envergadura.
Al margen de su dominio de lenguas, Álvaro Morte no sale de una expresión taciturna que apenas encaja con el perfil asignado. Más en serio parecen tomárselo las protagonistas femeninas, especialmente la madrileña Mina El Hammani. Pero el conjunto, a pesar de la espectacularidad que se intenta imprimir a algunas secuencias, o la esmerada banda sonora de Paula Olaz, se resiente de ser demasiado doméstico, convencional e incluso irrelevante, a pesar de la gravedad de lo expuesto.
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