Dirección Ridley Scott Guion David Scarpa y Peter Craig, a partir de los personajes creados por David Franzoni Fotografía John Mathieson Música Harry Gregson-Williams Intérpretes Paul Mescal, Denzel Washington, Connie Nielse, Pedro Pascal, Joseph Quinn, Fred Hechinger, Lior Raz, Derek Jacobi, Peter Mensah, Matt Lucas, Yuval Gonen, Tim McInnerny Estreno en España y Reino Unido 15 noviembre 2024; en Estados Unidos 22 noviembre 2024
Tras el fiasco descomunal que supuso hace justo un año Napoleón, Ridley Scott resucita en tiempo real uno de sus mayores éxitos, Gladiator. En tiempo real porque prácticamente es el mismo el que ha pasado entre la película protagonizada por Russell Crowe y esta secuela, y el transcurrido entre la muerte de Maximus y el regreso de su sucesor a Roma que se narra en esta segunda parte. La apuesta por las nuevas tecnologías es evidente veinte años después, y el nervio y ritmo insuflado a esta nueva aventura, patente. Pero lo que más sorprende es su capacidad para fabular sobre la actualidad, de forma que demuestra que en dos mil años apenas hemos sido capaces de progresar como humanidad, y que hoy comportamientos tan deleznables como los de Trump, encumbrado en las urnas, ya se producían cuando Roma estaba regida por los emperadores Geta y Caracalla, lo que en el mejor de los casos podría vaticinarse como el fin de otro imperio y el advenimiento de uno nuevo.
En este contexto, Paul Mescal presta un físico adecuado pero una presencia menos arrolladora que la de su precedente, a un film que repite estructura pero desarrolla una historia más original que la de su ilustre predecesora, tan deudora de La caída del Imperio Romano de Anthony Mann. Denzel Washington se erige en esta ocasión como auténtico protagonista y roba escenas, dando vida a un ambicioso y maligno cazatalentos que utiliza su gran adquisición, el Lucio al que incorpora Mescal, como vía de ascenso a la cúspide del poder. Junto a ellos Connie Nielsen repite con dignidad y Pedro Pascal aporta el honor que merece toda epopeya con un gesto triste y decepcionado que nos remite al Petronio de Quo Vadis. Mención especial merecen los jóvenes Joseph Quinn y Fred Hechinger recreando con todos los tics necesarios a los dos dementes que rigen el imperio, precedentes indiscutibles de los muchos frikis que nos ha ido regalando la Historia y que hoy confluyen en individuos como Putin, Trump, Miley, Le Pen, Alvise o Netanyahu.
En definitiva, este es el gran regreso del péplum en todo su esplendor, épica sin reservas y espectacular sin paliativos, pero sin renunciar a esa crítica política y social que nos sirve de advertencia de lo que nos puede venir más pronto de lo imaginable. Y todo ello bajo una atmósfera de inquietud y desasosiego que baña una cinta en la que se suceden prodigiosas secuencias de acción como la recreación de batallas navales en el circo romano, o la terrible invasión de la secuencia de arranque, aunque también hay que lamentar otras tan innecesarias y ridículas como la lucha con primates de dudosa credibilidad. Harry Gregson-Williams, uno de los innumerables pupilos de Hans Zimmer, se encarga de ilustrar el espectáculo con una seria y entregada banda sonora, mientras nada se descuida en el fabuloso aspecto estético y formal de esta entretenida película.
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