Desde aquella Verbena de la paloma del 2006 no disfrutábamos tanto en un espectáculo de zarzuela. Por primera vez en años no se ha importado un título del teatro homónimo; se ha apostado por la coproducción con los teatros Campoamor, del Canal y el Arriaga, donde se estrenó en junio pasado. Antes esta zarzuela de Pablo Sorozábal, autor de La del manojo de rosas y La tabernera del puerto, no se había programado en cincuenta años por su delicado argumento - "¡Qué importa que mi hijo no lleve del pare el apellio, si yo casi me alegro porque así es más mío!", canta la protagonista – pues aunque sospechábamos que la calidad de la obra pudiese ser la verdadera razón de su olvido, lo cierto es que hemos descubierto que se trata de una pieza notable en inspiración musical, delicadeza e ingenio teatral.
Con un precioso y colorista mosaico de cerámica trianera con representaciones emblemáticas de Sevilla y un puerto por el que asoma un mastodóntico barco por decorado, los personajes se movieron con agilidad y sentido teatral, imbuyendo de alegría y vitalidad una comedia en el que números bailados con sabor a musical (el traje de marinero de Micaela, el baile del Zorongo con West Side Story como concepto) se intercalan con sentimentales romanzas (Frontal clavó el Salve Sevilla con el que el compositor vasco homenajeó a la ciudad, así como su romanza del segundo acto, mientras Alejandro Roy estuvo a la altura de Kraus en su grabación de Tú qué sabes del cariño). El cantaor Jesús Méndez adornó con excelente estilo y voz generosa el elegante, simétrico y preciso paso a dos de Carmen Coy y Mª José Ramón, así como el cuadro flamenco de la Cruz de Mayo. Carmen Solís estuvo estupenda con su voz amplia y potente, y María José Suárez con su vis cómica. Gurutze Beitia superó ante el público sevillano la imitación de nuestro acento. Se agradeció la dicción clara de todo el reparto y la gracia de Ángel Garó, aunque al principio nos preocupara una posible afonía. En el aspecto escénico cabe destacar también el muy colorista y variado vestuario de Jesús Ruiz y el estupendo trabajo de iluminación de Eduardo Bravo, especialmente en la escenografía de postal sobre el puente de Triana donde Roy canta su romanza. Un triunfo global de Curro Carreres y Ricardo Sánchez-Cuerda, director de escena y escenógrafo respectivamente.
A la joven Orquesta de la Universidad de Sevilla y del Conservatorio Manuel Castillo la hemos oído con programas sinfónicos en Ingenieros y con ópera en el Lope de Vega; pero anhelábamos disfrutarla con la insuperable acústica del Maestranza, y vaya si lo hicimos. Solo con tan magníficas prestaciones, gracias al trabajo impagable de su director, Juan García Rodríguez, pudo apreciarse la sensibilidad y el buen gusto de una partitura que no ahonda en el tipismo y el folclore, ampliando sus horizontes con una mirada más cosmopolita. Gª Rodríguez desplegó un meticuloso control de las dinámicas y un preciso trabajo con la cuerda y los volúmenes, para no eclipsar en ningún momento la voz de los protagonistas, aunque en alguna ocasión fue imposible debido al escaso volumen de algunos de los cantantes. Maderas y metales estuvieron también impecables, sin desliz alguno y potenciando en todo momento la riqueza de la paleta orquestal. Magnífico también el coro maestrante, con momentos sublimes como el de la habanera.
Versión ampliada del artículo publicado en El Correo de Andalucía el 14 de marzo de 2013
Versión ampliada del artículo publicado en El Correo de Andalucía el 14 de marzo de 2013
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