Conocíamos de primera mano el entusiasmo de Halffter por este noveno programa de abono de la Sinfónica. Sospechábamos también que por mucho que se diga la sintonía entre el director y la orquesta no es ya buena sino sensacional para que a menudo provoque resultados tan satisfactorios. De forma que no nos ha sorprendido la catarsis en la que nos ha sumergido un programa tan bien diseñado e interpretado como el presente, ideal para repetir.
Desde el recurrente Adagio de Barber, ejecutado con significativa parsimonia y tanta intensidad como desesperanza, a la Muerte de Isolda, el viaje propuesto nos llevaba por senderos de absoluta melancolía. Un itinerario que prosiguió con los tres complejos y dificilísimos movimientos del Concierto nº 2 de Prokofiev, menos sarcástico de lo habitual en su autor y más trascendental y profundo, algo a lo que la jovencísima violinista nipona Sayaka Shoji supo plegarse en todo su esplendor, con un sonido rugoso y casi áspero, atinado legato y extraordinaria definición, que Halffter arropó de un ambiente irreal, casi extraterrenal y sobrenatural.
Si alguna obra de Rachmaninov acepta identificarse con el universo de Wagner, esa es La isla de los muertos, que en los atriles de la ROSS sonó intenso, reflexivo, arrebatador, épico y heroico en su terrible confrontación con la muerte; y como casi siempre en Halffter rico en matices, incluso los más imperceptibles. Enlazarlo sin pausa con la página wagneriana fue un hallazgo tan hábil como lleno de sensibilidad, y los resultados estremecedores. Un círculo cerrado entre la desesperanza de Barber, las texturas avasalladoras de Prokofiev y el desamparo de Rachmaninov desembocando en el lirismo exacerbado del amor supremo y nuestra experiencia catárquica.
Crítica publicada en El Correo de Andalucía el sábado 9 de marzo de 2013
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