lunes, 18 de marzo de 2013

LA PRINCESA DE NAVARRA: RAMEAU POR LA BARROCA DE SEVILLA

30ª Festival de Música Antigua de Sevilla
La princesa de Navarra, de Jean-Philippe Rameau. María Espada soprano; Chantal Santon Jeffery soprano; Juan Sancho tenor; Marc Labonnette barítono; Jesús Vigorra narrador; Hervé Niquet director; Orquesta Barroca de Sevilla y Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza Teatro de la Maestranza, domingo 17 de marzo de 2013


Hervé Niquet, fundador del conjunto especializado
Le Concert Spirituel

Ampliando su ya prestigiosa nómina de directores, la Orquesta Barroca de Sevilla añadió ahora al especialista en el Barroco francés Hervé Niquet en un programa de tan hábil diseño como espectacular resolución. El origen de la pieza seleccionada, un espectáculo de teatro, ballet y música que aquí se ha presentado discutiblemente como ópera en concierto, está en los festejos organizados en Versalles por Luis XV con ocasión de la boda entre su hijo, el Delfín Luis Fernando, y María Teresa Rafaela de Borbón, hija de Felipe V de España e Isabel de Farnesio. Un hermanamiento entre naciones que se traduciría en predominio galo y que en esta función del Maestranza ha servido para una fructífera relación entre artistas de los dos países, con claro control en este caso del potencial local.

La soprano emeritense María Espada
Director, soprano y barítono franceses frente a orquesta, coro, tenor y soprano españoles, sin contar la participación como narrador del popular y comprometido locutor andaluz Jesús Vigorra. Su papel consistió en sustituir la narración que en el original era objeto del espectáculo dramático, una rocambolesca historia de amor con personajes históricos de la realeza de ambos países también como protagonistas. La música, danzas y divertimentos cantados, apenas guardaba relación con la comedia escrita por Voltaire para la ocasión, por lo que su narración podría haberse ahorrado perfectamente, lo que por otro lado hubiera evitado innecesarias brechas en la propuesta musical. Claro que en ese caso la función hubiera tenido una duración muy escasa, algo que quizás se podría haber solucionado con la inclusión a modo de introducción de alguna otra selección musical de Rameau, quizás un par de sinfonías de ópera. Después de todo ha sido su producción escénica la que ha centrado el homenaje al compositor francés en esta edición del FeMÁS, tras las transcripciones para clave que nos brindaron soberbiamente Pierre Hantaï y Skip Sempé el pasado jueves.

La versatilidad de la orquesta y su capacidad para adaptarse a un estilo compositivo y estético tan diferente al italiano o alemán con el que habitualmente se presentan, quedó sobradamente demostrada en un concierto en el que se acentuó la delicadeza y la ligereza en expresividad y timbre, combinándolo con una energía apabullante y una presteza técnica impecable, calidades que sin duda hemos de agradecer a la sabiduría y la experiencia de un director que les habrá de servir para seguir aprendiendo y ampliando repertorio. Solo cabe reprocharle algunos desajustes, especialmente entre los metales y la cuerda, bastante perceptible en la Obertura; por el contrario las prestaciones de las flautas en el segundo acto fueron sensacionales, brillando solas y en conjunto con una orquesta que debió despertar sin duda la admiración de todo un especialista en la materia como es Niquet.

El tenor sevillano Juan Sancho
Los cantantes adoptaron sus roles alegóricos con resultados notables. Como siempre fue María Espada quien más encandiló al público. Sus breves intervenciones disfrutaron de gran intensidad e inmensa brillantez, buen gusto en las ornamentaciones y una proyección no ya generosa sino apabullante, lo que le hace merecer, y a nosotros también, un recital lírico para ella sola. José Sancho evidenció interferencias en su canto de estilos diferentes, propiciado por su agenda multiregistro, en especial ciertas tendencias belcantistas poco apropiadas para la ocasión. Su voz en extremo agudo, en consonancia con la tesitura de contralto para la que fueron pensados sus roles, se mostró forzada por momentos, sacrificando naturalidad, pero acabó salvando con oficio y buen hacer su participación, la de mayor convocatoria en este espectáculo. Cálida y bien proyectada también la voz de la soprano Chantal Santon Jeffery, en una tesitura un grado más grave que la de su compañera de reparto; y autoritaria, potente y en definitiva contundente la del barítono Marc Labonnette. Desconocemos quiénes de entre los miembros del coro tuvieron que enfrentarse casi simultáneamente a la zarzuela de Sorozábal y esta comedia lírica de Rameau, o si hubo alguien que lo hiciera. Pero independientemente de este detalle, lo cierto es que tiene mucho mérito acostumbrarse a un repertorio fundamentalmente romántico y de pronto enfrentarse así, con tanta profesionalidad y estilo, a uno barroco, saliendo triunfante del cometido.

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