USA 2013 132 min.
Dirección Lee Daniels Guión Danny Strong, según un artículo de Will Haygood Fotografía Andrew Dunn Música Rodrigo Leâo Intérpretes Forest Whitaker, Oprah Winfrey, David Oyelowo, Elijah Kelley, Cuba Gooding jr., Yaya Alafia, Terrence Howard, Lenny Kravitz, Mariah Carey, Alex Pettyfer, Vanesa Redgrave, Robin Williams, James Marsden, Minka Kelly, Liev Schreiber, John Cusack, Alan Rickman, Jane Fonda
Estreno en España 11 octubre 2013
Este año (frase publicitaria muy de moda en los últimos tiempos, aunque inadecuada en nuestro idioma para sus propósitos) Hollywood se ha empeñado en destrozar la Casa Blanca (Objetivo: La Casa Blanca, protagonizada curiosamente por Geraldo el Mayordomo, y Asalto al poder), y a la vez han honrado a sus presidentes; Spielberg a Lincoln y Daniels a Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, aunque éste como era obvio no sale muy bien parado, y Reagan, que está retratado con mucha complacencia; curiosamente Truman, que precedió a Ike, la abandonó para rehabilitarla ante el aspecto tan deplorable y peligroso que presentaba, aunque no hubiera sido invadida por extraterrestres ni terroristas. Ford y Carter sólo aparecen en imágenes de archivo, mientras tras una elipsis que abarca a Clinton y los Bush (al hijo lo destrozó Oliver
Stone en W., inédita entre nosotros), Obama, cuya imagen sólo aparece en carteles de campaña, sirve para enmarcar la historia y convertirse en reflejo palpable del éxito de la lucha por los derechos civiles en Norteamérica, porque éste es el tema principal de la película. Algunos esperábamos una comedia velada sobre los entresijos de la política estadounidense en los últimos setenta años, a través de la mirada extrañada e inocente de un mayordomo de color. Esperábamos inmiscuirnos en tan ilustre edificio, como hacíamos también este año en el Palacio del Eliseo de la mano de Catherine Frot en La cocinera del presidente. Nos topamos sin embargo con una aseada y academicista biografía de un señor y su familia que observa el avance del afroamericano en su país desde la opresión más absoluta en los años veinte sureños hasta la llegada a la Casa Blanca del primer presidente de color, pasando por las gravísimas y cruentas revueltas callejeras de finales de los años sesenta, para alcanzar así la moraleja de que en América todo es posible, y de que en sólo esos setenta años el respeto por los derechos humanos ha evolucionado a salto de dragón. Nunca está de más recordar la barbarie, la infamia y el deshonor, aunque creamos que ya lo sabemos todo porque nos lo han contado muchas veces. Muchas nunca es suficiente, la memoria histórica es imprescindible para la educación de nuestros menores, para no olvidar nunca a dónde no debemos volver jamás. El problema es que creíamos que, independientemente de los logros dramáticos de sus películas, Lee Daniels era un director más moderno y sofisticado (así lo exhibían Precious y El chico del periódico), cuando de repente nos encontramos con esta película tan clásica y ordenadita, donde la mano de su escritor, proveniente de la televisión (como escritor y actor) se nota en un aspecto más televisivo (de lujo, eso sí) que cinematográfico. Decepciona también la caricaturización a la que han sido reducidos los presidentes aludidos, y el hecho de que finalmente para la trama de la película resulte poco relevante si el protagonista trabaja en la casa presidencial o sirviendo en cualquier otro sitio. Nos quedamos con el resplandeciente ramillete de estrellas del cine y la canción, incluida Oprah Winfrey, recuperada para el cine tras descubrirla en El color púrpura; nos quedamos también con su dominio del entretenimiento y, al margen del recordatorio necesario al que hacíamos mención, con mensajitos tan didácticos y estimulantes como ese que reza que la palabra negro no debe usarse por todo el vertido de rabia y odio que se ha vertido sobre ella, de la misma manera que tampoco debemos usar otras como maricón.
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