Dirección Joachim RØnning y Espen Sandberg Guión Petter Skavlan Fotografía Geir Hartly Andreassen Música Johan Söderqvist Intérpretes Pal Sverre Hagen, Anders Baasmo Christiansen, Tobias Santelman, Gustaf Skarsgard, Odd Magnus Williamson, Jakob Oftebro, Agnes Kittelsen Estreno en España 27 septiembre 2013
No es la primera vez que en un circuito de versión original proyectan una película doblada. Ocurrió en nuestra ciudad con La mosquitera (del catalán original al castellano doblado) y ahora con esta película, de la que se exhibe copia doblada al inglés. Despropósito doble si consideramos además que la cinta fue precisamente nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Los directores de Bandidas, aquel bodrio producido por Luc Besson y protagonizado por Penélope Cruz y Salma Hayek, y ahora en negociaciones para encargarse de la nueva entrega de Piratas del Caribe, han llevado al cine la hazaña aventurera del biólogo y explorador noruego Thor Heyerdahl, cuando decidió demostrar empíricamente su teoría de que las islas del sur del Pacífico estaban pobladas por descendientes de los peruanos y no de los asiáticos como era el creer más generalizado. Para ello se embarcó junto a otros seis aventureros en una balsa de troncos de madera con la que recorrieron ocho mil kilómetros. La epopeya fue novelizada y llevada al documental, Oscar incluido, por el propio Heyerdahl. En esta ocasión, tras un inicio deslumbrante con magnífica recreación de ambientes, incluido el Nueva York de finales de los 40, asistimos casi de repente, sin apenas presentación de personajes, a los que nunca llegamos realmente a conocer ni por lo tanto a involucrarnos con sus motivaciones y emociones, al viaje transoceánico, deteniéndose más en la lucha con los tiburones que en otros episodios y reflexiones que sí encontramos en el libro publicado a principios de los 50. Toda la técnica lucida en la primera parte se diluye evitando momentos de acción comprometidos que pongan en evidencia la carencia y falta de dominio de recursos, a pesar de lo cual, gracias al esplendor del escenario, la fotografía y los protagonistas, el espectáculo se antoja entretenido y estéticamente hermoso, pero poco más.
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