Dirección Eugenio Mira Guión Damien Chazelle Fotografía Unax Mendia Música Víctor Reyes Intérpretes Elijah Wood, John Cusack, Kerry Bishé, Tamsin Egerton, Allen Leech, Don McManus, Alex Winter, Dee Wallace Estreno 25 octubre 2013
No es la primera vez que el ambiente cosmopolita y elegante de la música clásica sirve de escenario para una intriga criminal. En los años 40 un par de películas explotaron su potencial con un más que evidente acierto y encanto. En ambos casos requirieron el trabajo serio y concienzudo de sus compositores; Bernard Herrmann compuso un concierto para piano para Hangover Square (Concierto macabro, 1944) de John Brahm, pieza que curiosamente fue la primera grabación de estudio que realizó el gran pianista vasco Joaquín Achúcarro; por su parte Erich W. Korngold creó su Concierto para violonchelo para que fuera interpretado en la película de Irving Rapper de 1946 Engaño (Deception). Ambas contaban intrigas de crimen y misterio, como la que ahora nos ofrece el realizador catalán Eugenio Mira bajo producción de Rodrigo Cortés. Planteada como un reto, una maquinaria de relojería en la que todo encaje a la perfección, la cinta se erige así en prima hermana de la que Cortés realizara hace algunos años con Ryan Reynolds, Enterrado. No es gratuita la comparación que en Sitges y Austin, en cuyos festivales de cine fantástico la película ha encontrado muy buena acogida, se ha hecho del film con Hitchcock. No en vano incluso nos atreveríamos a decir que la inspiración le provenga del cortometraje que Scorsese filmó hace unos años para publicitar Freixenet en Navidad La clave reserva, que fantaseaba con la posibilidad de haber encontrado material inédito del maestro del suspense al estilo El hombre que sabía demasiado y Con la muerte en los talones. El mismo ambiente e idéntica mezcla de suspense y comedia se dan cita en esta rocambolesca trama, aunque también encontramos referencias a Brian De Palma, como la pantalla partida o El fantasma del paraíso. Su argumento echa mano de multitud de recursos dramáticos para engrasar su compleja maquinaria: un concierto imposible, tan generoso en partes instrumentales sin solistas como para permitir al protagonista campar a sus anchas por todos los rincones del teatro durante su ejecución; discursos en los momentos más inapropiados de un concierto, giros ridículos para desviar la atención del malo de la película, etc. Detalles que para el público europeo acostumbrado a asistir a conciertos de música clásica resultarán mucho más ridículos que para el americano, donde muestras espontáneas de entusiasmo y show business son más frecuentes. Pero lo cierto es que si la intención de Mira es mantener al espectador inquieto, lo consigue con creces, en un juego de tensión y juego del gato y el ratón tan efectivo como el que ofreció John Badham en 1995 en A la hora señalada o Joel Schumacher en 2002 en Última llamada. En todo este artilugio la música es fundamental, y en ese sentido hay que decir que Víctor Reyes ha hecho un trabajo ejemplar, recurriendo a elementos muy reconocibles de la iconografía clásica, fundamentalmente Rachmaninoviana, e integrándolos a la perfección en la intriga propuesta, así como generando piezas como la Cinquette de Patrick Godureaux, músico inventado al que incorpora, sólo en carteles, Jack Taylor, americano afincado en el cine y la televisión española, especialmente de género fantástico, y un actor fetiche de Mira. Curiosamente el nombre de Godureaux aparece acreditado en otro ejercicio de cinefilia que nos remite al Van den Budenmayer de las películas de Kieslowski con música de Zbigniew Preisner. No extraña pues que el director haya confiado al compositor de En la ciudad sin límites la banda sonora, y no se haya encargado él mismo de ella, como hizo en The Birthday, su debut tras las cámaras, o en Los cronocrímenes de Nacho Vigalondo.
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