Argentina-Francia-España-Noruega 93 min.
Guión y dirección Lucía Puenzo Fotografía Nicolás Puenzo Música Daniel Tarrab, André Goldstein y Laura Zisman Intérpretes Álex Brendemühl, Alan Daicz, Natalia Oreiro, Florencia Bado, Diego Peretti, Guillermo Pfening, Elena Roger
Estreno en España 11 octubre 2013
Un año antes de morir en 1979, el doctor Joseph Mengele, uno de los más terribles y despiadados criminales del nazismo, en cuyas manos fueron carne de tortura, muerte y experimentación miles de judíos en Auschwitz, fue protagonista de una ficción cinematográfica en Los niños del Brasil, dirigida por Franklin J. Schaffner, con Gregory Peck como el terrible doctor nazi y Laurence Olivier como un sosías de Simon Wiesenthal, famoso cazador de nazis que jamás logró alcanzarlo. El film contenía además una excelente banda sonora de Jerry Goldsmith nominada al Oscar. Treinta y cinco años después la polifacética novelista, guionista y realizadora argentina Lucía Puenzo, hija de Luis Puenzo, director de la oscarizada La historia oficial (1985), retoma el personaje real para introducirlo en una ficción más posible que la propuesta por Schaffner, pero definitivamente con menos garra y poder de seducción. El actor catalán Álex Brendemühl ofrece uno de sus registros mejor resueltos, junto a su caracterización de asesino en serie en Las horas del día de Jaime Rosales. La suya es una interpretación llena de matices y miradas tan amenazadoras como perturbadoras, sin excesos ni sobreactuaciones. Pero no es suficiente para generar el desasosiego y la angustia que una presencia como la suya debe suscitar en un entorno familiar tan simple como generoso. Puenzo parece más interesada en plasmar una realidad histórica, la de su país cuando acogió cientos de criminales evadidos de la justicia posterior a la Segunda Guerra Mundial, y que reprodujo en algunos paisajes de Argentina, como por ejemplo éste del lago Nauel Huapi, los incomparables marcos alemanes y austriacos; si bien algunos detalles de ambientación resultan manifiestamente erróneos (los vehículos están más próximos a los 70 que a los pretendidos principios de los 60). O puede que la realizadora carezca de temperamento y garra para ofrecer un espectáculo de intriga y emoción como el que requiere la interesante premisa de la que parte la trama, en la que una niña con problemas de crecimiento se convierte en muñeca (la Wakolda del título original) sobre la que Mengele ve la oportunidad de seguir disfrutando de sus prácticas experimentales. Ni una estética que en cierto modo recuerda al universo Hitchcockiano consigue un film medianamente inquietante, mientras la banda sonora se antoja absolutamente inconveniente e inadecuada.
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