USA 2013 114 min.
Dirección Ben Stiller Guión Steve Conrad, según el relato de James Thurber Fotografía Stuart Dryburgh Música Theodore Shapiro y José González Intérpretes Ben Stiller, Kristen Wiig, Shirley McLaine, Adam Scott, Sean Penn, Patton Oswalt, Kathryn Hahn, John Daly, Terence Bernie Hines, Paul Fitzgerald, Alex Anfanger, Adrián Martínez, Ólafur Darri Ólafsson Estreno en España 25 diciembre 2013
Basada en un relato corto que ya fue objeto de adaptación cinematográfica por Norman Z. McLeod en 1947 con Danny Kaye y su eterna compañera de reparto Virginia Mayo, Ben Stiller perpetra su debut en la dirección con esta historia sobre un soñador insatisfecho con su anodina vida que imagina otras existencias más apasionantes y aventureras producto de unas premisas de adolescente que no llegaron a materializarse por la traumática muerte de su padre (en la versión antigua era una madre sobreprotectora la causa de sus frustraciones). Sobre el papel las posibilidades eran ciertamente atractivas, lo que unido a unos avances tecnológicos perfectos para escenificar sus sueños heroicos y las dosis necesarias de poesía daban juego de sobra. Sin embargo obtenemos la misma cara inexpresiva de Stiller, como de desnortado absoluto, que para su nuevo rol de realizador simplemente se ha limitado a poner el piloto automático, mientras los responsables artísticos se han encargado del resto (notable la banda sonora y el diseño gráfico, además de una bella fotografía sobre unos aún más hermosos paisajes), mientras el no muy avezado Steve Conrad, cuya filmografía denota cierta ambición pretenciosa (En busca de la felicidad, El hombre del tiempo) que nunca llega a cuajar, se limita a tomarnos el pelo con una trama completamente inverosímil que juega al imposible sin rigor respecto a lo que es real y lo que no lo es. Pero lo de menos es que su trama tenga una magia o fantasía poco definida, sino que no llega a interesar y mucho menos inspira a vivir y sentir la vida como una aventura, que parece ser el eslogan de la revista Life en la que trabaja el protagonista y que como Google o Fnac se ha apuntado al mecenazgo encubierto con el que la necesaria agudeza intelectual pretende paliar los efectos de la crisis económica sobre la creatividad cultural. Al final lo único entrañable en esta película navideña prefabricada con reminiscencias de Forrest Gump es que está producida por Samuel Goldwyn, la misma compañía que ya llevó esta historia al cine con gran éxito en los cuarenta.
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