Japón 2013 146 min.
Dirección Yôji Yamada Guión Yôji Yamada y Emiko Hiramatsu, según el guión de “Cuentos de Tokio” de Kôgo Noda y Yasujiro Ozu Fotografía Masashi Chikamori Música Joe Hisaishi Intérpretes Isao Hashizume, Kazuko Yoshiyuki, Satoshi Tsumabuki, Yû Aoi, Yui Natsukawa, Masahiko Nishimura, Tomoko Nakajima, Shozo Hayashiya Estreno en España 22 noviembre 2013
Respetuosa revisión y actualización del clásico de Yasujiro Ozu Cuentos de Tokio. La trama es idéntica, una pareja de ancianos (ella no tanto) se desplazan desde la isla en la que habitan a la capital del país para visitar a sus hijos, a los que no ven hace mucho tiempo y a los que encuentran tan ocupados con sus vidas que apenas tienen tiempo y espacio para ellos. El argumento lo cogió también prestado Giuseppe Tornatore hace veintitrés años para Estamos todos bien, aunque reduciendo el número de progenitores a sólo el padre (Marcello Mastroianni), y el remake americano protagonizado por Robert de Niro hace unos años. La actualización merece la pena para constatar que en más de un siglo la sociedad sigue siendo parecida y los problemas y relaciones sentimentales y afectivos similares. Cambia el paisaje, algunas costumbres, pero lo importante sigue intacto. El Japón que se recupera de los desastres de la guerra ha sido sustituido por el que lo hace de la devastación del reciente terremoto y tsunami. En el argumento apreciamos algunas diferencias, aunque diálogos y situaciones son a veces mimetizados. La nuera, esposa del hijo fallecido, es sustituida por el hijo díscolo y presuntamente irresponsable, que junto a su novia seguirán incorporando los personajes que más se preocupan por sus antecesores y más se involucran en su rol de cuidadores y valedores. En este sentido Yamada aprovecha para llamar la atención sobre el mismo aspecto que lo hacía Ozu en 1953, comparar las relaciones puramente familiares con las meramente afectivas, a veces más válidas y emotivas que las anteriores, como se comprueba también en otra película japonesa actualmente en cartel, De tal padre, tal hijo. Pero Yamada no somete a nadie a juicio, los comportamientos de sus personajes están justificados y son comprensibles. Todo el tramo final se revela más sentimental y conmovedor que el original de referencia, un poco al entrañable estilo de La fuerza del cariño de James L. Brooks. La observación de los comportamientos de este puñado de humanos y sus relaciones entre sí, con sus virtudes y miserias, se erige en última instancia en lo más lúcido y emocionante de la película, lo que sorprende aún más si tenemos en cuenta que su realizador sobrepasa ya los ochenta años. Espiga de Oro en Valladolid y premiada por el público como mejor película en el Festival de Cine Inédito de Mérida.
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