Teatro Lope de Vega. Martes 14 de octubre de 2014
El Teatro Lope de Vega se ha abierto esta temporada al jazz y la fusión. La primera cita llegó de la mano de uno de los exponentes más admirados del nuevo jazz étnico, el multinstrumentista y cantante camerunés Richard Bona. Siete discos como líder de su banda, y un largo y jugoso bagaje como acompañante de algunas de las personalidades más influyentes del jazz reciente, le acreditan como un fuera de serie, como así demostró ante un público entregado y cada vez más entusiasmado conforme el espectáculo fue avanzando.
Con un timbre y un estilo en cierto modo deudor de otros grandes de la música africana, como Salif Keita, Baaba Maal o Youssou N'Dour, su personalidad arrolladora y su particular universo musical le dan sin embargo certificado de singularidad.
Considerado uno de los mejores bajistas de su tiempo, Bona dio buenas muestras de merecer ese reconocimiento dando cuerpo y seguridad a cada uno de los temas interpretados o dejándose llevar por el virtuosismo circense, especialmente al homenajear a Jaco Pastorius, el gran referente de su fructífera carrera. Capaz de dominar un buen número de diferentes instrumentos, esta vez se limitó al bajo eléctrico, dejando a los miembros de su magnífica banda lucirse como merecen. A Sevilla, la única capital española que visita en su recién inaugurada gira de otoño, vino con su quinteto, integrado por el estupendo Tatum Greenblatt a la trompeta, a veces con sordina tipo swing y duelo incluido con el maestro; el cubano Ludwig Afonso, preciso a la batería; el holandés A.T.N. Stadwijk al teclado, sublime en su recreación tropical; y Adam Stoler aportando ritmo funky y melodía a la guitarra. Como artista invitada, Sandra Carrasco, que protagonizará su propio concierto el próximo día 28, cumpleaños de Bona, puso la nota sensual y apasionada con su aterciopelada voz en el bolero Mut'Esukudu, convenientemente traducido al castellano.
La música de Richard Bona evoca la tierra, añorada y amada, en parte renunciada para triunfar en París, Nueva York... el mundo que apostó por él, dejando sentirse también aquí la influencia de artistas como Didier Lockwood, Pat Metheny (algún arranque recordó al estilo de su grupo en la década de los noventa), George Benson, Randy Brecker o Stevie Wonder, cuyos I Wish y Sir Duke fueron invocados al final del concierto. Su envidiable vis cómica se adueñó quizás en exceso de un buen porcentaje del espectáculo, especialmente el dedicado a invitar a los espectadores a palmear y cantar, o el centrado en la caja de grabación y repetición a capella al estilo Bobby McFerrin. Momentos que casi empobrecieron una propuesta de alta calidad, llena de excelencia y sentimiento, combinando ritmos africanos con el soul y el jazz ligero o amable, sin reglas pero sin anarquía. Parafraseando el título de su único álbum en directo hasta la fecha, grabado en Budapest en 2007, nos hizo sudar, pero sobre todo vibrar y soñar con un mundo mezclado, libre y tolerante, como su música y su filosofía.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 15 octubre 2014
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