
Pero aparte de las caras tiesas y los lazos verdes en un ochenta por ciento de la plantilla, el cuarto concierto de abono nos ofreció dos páginas interesantísimas y otra trillada de repertorio, que Halffter y la ROSS resolvieron con gran nivel y encomiable profesionalidad, ofreciendo lo mejor de sí mismos. Del concierto de Chaikovski cabe poco esperar, muy pocas sorpresas que dar y poco estímulo para el intérprete; sencillamente está demasiado transitado. Regina Chernychko es una pianista competente, virtuosa como casi todos los de su generación que han otenido generosos reconocimientos, y disciplinada, aunque denote que aún le queda superar un proceso de maduración que eleve su pianismo a cotas más altas. Hizo un interesante juego de reflexión en el primer y más denso movimiento, recorrió el andantino con un lirismo acaso muy controlado, y llegó al allegro con fuoco con prisas y poca excitación física. Por su parte la batuta se decantó por una versión extremadamente triste y melancólica de la pieza, arropando con delicadeza no exenta de considerable rutina, pero sin atisbo de heroicidad ni esplendor.
El Halffter apasionado que apuesta por otros lenguajes y se empeña en ofrecer algo diferente se hizo patente en el único segmento que ha sobrevivido del ballet Stal, compuesto por Alexander Mosólov en 1926, antes de que el régimen soviético lo machacara y acabara con su prometedora carrera. Rugiente y trepidante, así se mostró en los atriles de la ROSS, con dinámicas muy controladas, texturas muy espesas pero atención al detalle tan pristino que podían apreciarse todas y cada una de las capas instrumentales que van construyendo esta pieza fundamental del efímero movimiento conocido como futurismo. Por derroteros similares deambuló una interpretación de la Sinfonía nº 3 de Prokofiev gozosa y desgarradora. Compuesta en 1928 a partir de una suite sinfónica extraída de su ópera El ángel de fuego, que no obtuvo aceptación ni reconocimiento a pesar de sus evidentes virtudes, la sinfonía se asocia con tanta facilidad a su referente que prácticamente resulta una ilustración musical a imágenes en la medida en que lo es, por ejemplo, la banda sonora de una película. Una pieza de difícil clasificación dentro del catálogo del compositor ruso, con claras influencias del expresionismo alemán, aunque según qué director algunos pasajes también se pueden llevar al terreno del impresionismo. Halffter llevó a muy buen puerto sus movimientos extremos, virulentos y llenos de tensión dolorosa, muy atento a sus transiciones, incluso las que sobre el pentagrama deben sonar bruscas, ritmo obstinado y hasta diabólico. En el andante se hizo patente su atmósfera fantasmagórica y sensual, con efectos embrujadores; mientras en el allegro la cuerda silbante logró ese clima demoníaco que demanda la partitura. Era la primera vez que la abordaba la Sinfónica y la primera que Halffter se ponía al frente del conjunto sin ser su director musical y artístico, en este difícil y delicado momento de transición. La ovación y puesta en pie de gran parte del público dejó clara la opinión del cliente.
Especialmente de acuerdo en cuanto a la falta total de transparencia y claridad, con escasa y parcial información sobre un asunto de vital importancia para la cultura de esta ciudad. Ya es hora de que alguien cuente toda la verdad de lo que está pasando y de que asuman responsabilidades por esta dilación que puede pasar factura por el clima enrarecido en la orquesta y el retraso en la programación de próximas temporadas del teatro.
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