Turquía 2014 196 min.
Dirección Nuri Bilge Ceylan Guión Buri Bilge Ceylan y Ebru Ceylan, según tres cuentos de Antón Chéjov Fotografía Gökhan Tiryaki Música Haluk Bilginer, Melisa Sözen,
Demet Akbag, Ayberk Pexcan, Serhat Mustafa Kiliç, Nejat Isler
Estreno en España 10 octubre 2014
El muy personal y carismático director turco Nuri Bilge Ceylan ha visto cómo casi todas sus películas se han encajado en el palmarés del Festival de Cannes: Gran Premio del Jurado con Lejano, Premio Fipresci con Los climas, Mejor director con Tres monos, y de nuevo Gran Premio del Jurado con Érase una vez en Anatolia. Pero hasta ahora no había conseguido la Palma de Oro, y ha sido precisamente con esta ambiciosa y compleja película, una empresa difícil, profunda y terriblemente inteligente e intelectual a la que sólo cabe reprocharle su larga y en cierto modo innecesaria duración. A partir de tres relatos cortos de Chéjov, convertidos en guión por el realizador y su esposa, y sin disimular la influencia que en él han ejercido otros directores como Manuel de Oliveira o Ingmar Bergman, Ceylan nos presenta una vez más un profundo drama existencial, el que vive un actor retirado en el singular hotel enclavado en la Capadocia que regenta, a lo largo de un duro invierno reflejo a su vez del invierno de su propia alma. Un episodio protagonizado por el pequeño hijo del desdichado inquilino de uno de sus inmuebles pone en evidencia la pretendida superioridad intelectual y también espiritual de quienes son poseedores de una educación y formación privilegiada. El alarde de filantropía habitual en las clases intelectuales subvertido en prepotencia y vasallaje al más puro estilo feudal. Su relación matrimonial en entredicho ante la incapacidad para mostrar generosidad y comprensión, siempre a partir de esa presunción de superioridad que origina una formación cultural esmerada, traducido también en una relación con su propia hermana que llega al límite de ser cruel. Y alrededor de todo ello el paisaje cautivador y a la vez hostil de un entorno retratado con detalle casi analítico, lo que provoca que el hotel se convierta en acogedor refugio y a la vez cárcel de la que resulta difícil escapar. Al final se trata de denunciar los habituales convencionalismos que nos ahogan, nuestro fracaso personal para lograr coherencia entre lo que pensamos y hacemos, y la miseria de una clase burguesa ensimismada en sus vaivenes y paranoias mentales, incapaz de dar solución eficaz a los problemas que se le presentan a ella y al mundo que le rodea. Largas secuencias y una fotografía prístina, habituales características de su cine, al servicio de todo este fascinante y reflexivo universo, si bien aligerado su metraje el producto hubiera resultado aún más satisfactorio.
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