Canadá-Francia-Alemania 2016 134 min.
Dirección Stephen Hopkins Guión Joe Shrapnel y Anna Waterhouse Fotografía Peter Levy Música Rachel Portman Intérpretes Stephan James, Jason Sudeikis, Jeremy Irons, Carice van Houten, William Hurt, Shanice Banton, Chantel Riley, David Kross, Eli Goree, Barnaby Metschurat, Amanda Crew, Shamier Anderson, Tony Curran, Jonathan Higgins Estreno en Canadá y Estados Unidos 19 febrero 2016; en España 15 abril 2016
Aunque su producción reza canadiense, francesa y alemana, está claro que este biopic de Jesse Owens es una típica película norteamericana al más puro estilo clásico de Hollywood, que aprovechando las nuevas tecnologías digitales ofrece una ambiciosa recreación de los espacios y ambientes en los que se desarrolla, incluidos estadios como el de Berlín y ciudades como Nueva York. Se nota el carácter artesano de su director, Stephen Hopkins, curtido en el cine, donde empezó con la quinta entrega de Pesadilla en Elm Street y continuó con géneros dispares (fantástico en Depredador 2 y Perdidos en el espacio, aventuras en Los demonios de la noche, acción en Volar por los aires, intriga en Bajo sospecha, terror en La cosecha y otro biopic, el de Peter Sellers, en Llámame Peter) y la televisión, con series como Traffic, Californication y House of Lies. Su mano garantiza un producto nada pretencioso, detallista en su puesta en escena y eficaz como lección de historia, que no es poco. El objetivo es rehabilitar la memoria del corredor afroamericano Jesse (derivación del original J.C) Owens, que en 1936 ganó cuatro medallas olímpicas en Berlín, batiendo todas las marcas de atletismo. Ochenta años después, coincidiendo con un nuevo año olímpico, llega a las pantallas este largo devenir por la historia de este singular e irrepetible deportista, desde sus años universitarios hasta su gesta olímpica. El resto lo conoceremos por los didácticos créditos finales de rigor. Se trataba en principio de destacar el racismo del que fue víctima en su país frente al mejor trato recibido en la Alemania nazi, a pesar de que Hitler le negó el saludo. Otra forma de poner en evidencia las supuestas virtudes de los a sí mismo llamados demócratas. Las diferencias sin embargo no están demasiado marcadas, y por el contrario asistimos a ejemplares crónicas de amistad y respeto, como la expresada por su rival alemán y contrario al régimen, Lutz Long, y la dignidad con la que se retrata a la cineasta Leni Riefenstahl. Junto al joven actor Stephen James, que da vida al héroe, podemos también disfrutar del esmerado trabajo de Jason Sudeikis (Cómo acabar con tu jefe, Somos los Miller) en el rol de su entrenador, así como un entregado Jeremy Irons como el constructor e impulsor de la participación norteamericana en los polémicos juegos Avery Brundage, cuyos negocios con los nazis generaron cierto escándalo en su época. Todos estos ingredientes derivan en una película entretenida, didáctica y emocionante, sin más pretensión que la de generar un producto de calidad y con dignidad.
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