Dirección Luca Guadagnino Guión James Ivory, según la novela de André Aciman Fotografía Sayombhu Mukdeeprom Música Sufjan Stevens Intérpretes Timothée Chalamet, Armie Hammer, Michael Stuhlbarg, Amina Casar, Esther Garrel, Victoire du Bois, Vanda Capriolo, Antonio Rimoldi, André Aciman, Peter Spears Estreno en Estados Unidos 24 noviembre 2017; en España 26 enero 2018
El director de Yo soy el amor y Cegados por el sol insiste en situar sus historias en ambientes burgueses donde un alto nivel de vida se da la mano con un gusto exquisito, y además en esta ocasión una inquietud cultural e intelectual ideal para que las premisas sobre las que se asienta la novela de Aciman encuentren buenas raíces a las que asirse. Alejado del cine desde hace años, James Ivory firma la adaptación de esta sensible y emotiva historia de amor entre un joven despertando a la vida y la sexualidad, y el también joven pero menos ayudante de su padre arqueólogo e historiador de arte. En el espacio ideal de la campiña del norte de Italia, en pleno verano, entregados al placer de la luz, el agua y una atmósfera vital en la que es fácil sentir brisas y fragancias, los dos protagonistas viven su particular romance en absoluta libertad, truncada sólo por los vaivenes y convenciones de los sentimientos, pero sin censuras ni reproches de índole coyuntural, que es a lo que estamos acostumbrados cuando de homosexualidad se trata. Asistimos al día a día de un cortejo y una consumación sin que por el camino ocurran cosas relevantes, sin giros ni quiebros de guión que den al conjunto su habitual apariencia dramática. En consecuencia, no hay drama particular en este ir y venir de cuerpos en plena efervescencia sensual, más allá de la mera explicación de un despertar sexual y, sobre todo romántico, mostrado con sinceridad y naturalidad, a pesar de lo mucho que a Guadagnino le quieran colgar la etiqueta de esteta y publicista vacío. El ambiente familiar, culto e intelectual en el que se desarrolla la trama juega un papel fundamental para mostrar esta historia en toda su plenitud de libertad y amabilidad, sin más traumas que los que derivan del anhelo por la persona amada cuando no se le puede tener. Un teléfono en la lejanía demuestra que lo vivido, en un lugar y una época tan sugerentes como nostálgicas, no es más que un espejismo de libertad y felicidad que no encuentra parangón en la vida gris de la gran ciudad, donde sigue imperando la dictadura de la incomprensión y la sinrazón, esa que encorseta nuestra vida hasta que cuando nos damos cuenta se nos apaga y comprendemos que no mereció la pena reprimirla. Guadagnino cuida en este proceso hasta la selección musical, eligiendo a Debussy para potenciar el encanto del verano en el campo, o a Ravel para ilustrar la sensualidad de los cuerpos y deseos, mientras los intérpretes dan todo de sí, especialmente el jovencísimo Timothée Chalamet, a quien vimos en Mujeres, hombres y niños e Interstellar y pronto veremos en Lady Bird y la nueva de Woody Allen, demostrando que es capaz de tocar el piano con habilidad y fluidez, y aguantar varios minutos un primer plano transmitiendo una generosa variedad de matices expresivos. Como curiosidad, el autor de la novela en la que se basa la película, André Aciman, aparece en una secuencia de la película como feliz homosexual junto a su pareja, invitados por los liberales padres del joven protagonista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario