USA 2017 112 min.
Guión y dirección Martin McDonagh Fotografía Ben Davis Música Carter Burwell Intérpretes Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell, Lucas Hedges, Peter Dinklage, John Hawkes, Abbie Cornish, Caleb Landry Jones, Samara Weaving, Zeljko Ivanek, Amanda Warren, Sandy Martin, Clarke Peters, Brendan Sexton III Estreno en el Festival de Venecia 4 septiembre 2017; en Estados Unidos 10 noviembre 2017; en España 12 enero 2018
Las películas que hemos visto del británico Martin McDonagh (Escondidos en Brujas, Siete psicópatas y ahora ésa) no disimulan su admiración por los hermanos Coen, a los que parece emular con cada nueva propuesta, reflejado incluso en el mismo compositor, Carter Burwell, y apostando ahora por Frances McDormand como depositaria de todo el peso de una rocambolesca trama entre el drama, la comedia, el western, el policíaco y la denuncia social. Un híbrido en toda regla, tal como se lleva ahora que impera la indefinición y la ambigüedad en toda su extensión y matices, y que ha servido para encumbrar a su actriz y su supuestamente ingenioso guión. Plagado de frases lapidarias y personajes extremos, la historia que propone McDonagh es tan enrevesada como las de sus cintas predecesoras, para cada una de las cuales parece tomarse un dilatado tiempo de reflexión y preparación, y se sustenta sobre la base de situaciones y giros argumentales tan artificiosos como bañados de impostura. Tiene sin embargo la loable capacidad para entretener y captar nuestra atención, lo que por sí solo merece nuestra admiración, pero siempre dentro de un conjunto en el que son más los puntos dignos de discusión que de mero asentimiento. Para empezar el personaje de ella, caramelo para cualquier actriz que se precie (el mérito frecuentemente no está en quién lo haga sino en el papel que se haga), peca de continuas contradicciones. Su rectitud y perseverancia se contradice con ciertas salidas de tono, su sentido de la justicia con su puntual comportamiento violento, su valentía frente a la policía con su pasividad ante la violencia machista. Pero otros personajes no se quedan atrás: el supuesto jefe de policía que parece más preocupado en represiones racistas que en investigar crímenes, demuestra tener un corazón de oro, mientras su torpe y primitivo ayudante parece tener más cabeza de la previsible cuando a la historia le conviene. Pretende retratar una vez más esa América profunda que se deja seducir por las políticas oportunistas y destructivas de Trump, cuando en realidad no es más que una caricatura más cerca de los Coen más rutinarios y el Tarantino menos expeditivo, que del cine inteligente y persuasivo que muchos y muchas se están aventurando en proclamar a la vista del palmarés cosechado y el que le resta por cosechar, cuatro Globos de Oro, mejor guión en Venecia y premios del público en Toronto y San Sebastián incluidos.
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