Dirección Dorota Kobiela y Hugh Welchman Guión Dorota Kobiela, Hugh Welchman y Jacek Dehnel Fotografía Tristan Oliver y Lukasz Zal Música Clint Mansell Intérpretes Douglas Booth, Jerome Flynn, Robert Gulaczyk, Helen McCrory, Chris O’Dowd, Saoirse Ronan, John Sessions, Eleanor Tomlinson, Aidan Turner Estreno en Estados Unidos 22 septiembre 2017; en Polonia 6 octubre 2017; en España 12 enero 2018
Como artista inimitable e irrepetible que fue, a lo que hay que añadir una personalidad arrolladora, contradictoria y sumamente tormentosa, la figura de Vincent Van Gogh ha sido recurrente en el cine, pero nunca como en El loco de pelo rojo (Lust for Life) de otro Vincent único y artista, Minnelli, que brindó a Kirk Douglas una de sus más memorables y conmovedoras interpretaciones. Sin necesidad de preciosismos ni artificios, Minnelli supo captar a la perfección, ayudado por su excelente gusto e incontestable sensibilidad, la esencia de la pintura de un revolucionario del arte al que sin ahorrarle traumas y desequilibrios mentales, supo honrar hasta la admiración suprema, arrancando del inquieto espectador la emoción más pura. Como en otras producciones, por ejemplo Vincent & Theo de Robert Altman, la cinta de Minnelli se centraba en la correspondencia privada entre el pintor y su hermano, acaudalado galerista en París que sintió siempre una impotente admiración por su desdichado hermano, a quien mantuvo durante toda su vida, convencido de que su talento destacaría aunque fuese, como así ocurrió, después de su muerte. También ahora la correspondencia sirve de punto de arranque para una endeble trama en la que el hijo de un jefe jefe de correos busca al destinatario de la última carta del pintor antes de suicidarse, para acabar investigando las extrañas circunstancias en las que se produjo ese supuesto suicidio. Eso le lleva a entrevistarse con diversos personajes que le rodearon los últimos días de su vida, especialmente el doctor Gachet y su hija. Lo más significativo y trascendente de este film coproducido entre Polonia y el Reino Unido es, como ya saben, su estética. Siguiendo una técnica ya utilizada por Richard Linklater en A Scanner Darkly y Waking Life, se trata de rodar una película de manera convencional, para luego traducir cada fotograma en dibujos, con la particularidad en este caso de que éstos imitan a la perfección el estilo pictórico del homenajeado. Unas sesenta mil pinturas al óleo realizadas por unos cien artistas de todo el Mundo, incluida España, dan vida a este drama de investigación tan brillante en su concepción visual como vacío en contenido emocional y fútil en su aspecto narrativo. La experiencia sensorial, incluida la exquisita partitura de Clint Mansell, convierten el producto en único y ciertamente singular, pero una mayor profundidad en el retrato de personajes y mayor capacidad para atraer al espectador, más fascinado por lo que ve que por lo que oye, hubiera redondeado el conjunto. Su originalidad le hizo merecer el premio al mejor largometraje de animación en los Premios Europeos del Cine, así como sendas nominaciones a los Globos de Oro y los Bafta.
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